Nunca resulta fácil reseñar una obra colectiva, máxime si incluye a abundantes editores y colaboradores de reconocido prestigio, cuya mera presentación o firma crean en el lector enormes expectativas de resultados consolidados.
Efectivamente, estas 314 páginas, distribuidas en once capítulos más su necesario prólogo introductorio, constituyen algunas de las últimas aportaciones de sus catorce autores al hilo de sus más recientes y preferentes enfoques de trabajo. Y cuyo título interrogativo sobre la movilidad de los destinos pasados en clave de Historia Social bien podría haber sido “El poder familiar en las relaciones intergeneracionales” o “Actores en conflicto: estrategias generacionales de reproducción social”, como rezan algunos de sus encabezados, pues sobre todas esas ideas-fuerza, en las que hace hincapié el proyecto de investigación encabezado por el doctor García González, gira esta selección de textos. (Familia, dependencia y ciclo vital en España, 1700-1860; junto al SEHISP y el Grupo PAIDI HUM-614. Sus numerosísimas publicaciones en libros colectivos y monográficos resultan sobradamente conocidas).
Así, se atiende, repasa, revisa y muestra (desde el interés temático conjunto de unas autorías modernistas de reconocido prestigio y solvencia internacional) tanto un modelo familiar estratégico portuario concreto en paralelo al protagonismo de las viudas en la transmisión de los negocios gaditanos (González y Carrasco por partida doble), como los grupos de poder albaceteños: entre lo rural y lo urbano (Cózar); los poderes interprovinciales gallegos (López y Presedo); algunas experiencias vitales de la “contingencia” en Cádiz (Ortega-del-Cerro): el conflicto por los monopolios portuarios de Málaga (Pezzi e Hidalgo); los ascensos de la emigración clerical montañesa hacia América (Jaramillo); o la filiación—el apellido— paterno (Ferreiro) junto a los conflictos incestuosos (Celis y Alegría) y los traspasos patrimoniales coloniales fronterizos (Andreucci), más la dinámica de la parentela militar brasileña (Scott).
Dentro de la renovada Historia Social actual resulta determinante comprender las relaciones intergeneracionales establecidas en el seno del poder familiar. Las estrategias para afianzarlo, tanto en España (meridional, sin olvidar el Cantábrico) como en América Latina (en las actuales Brasil, Argentina, Chile y México), en su evolución a lo largo de una Edad Moderna de amplios límites cronológicos, constituyen claves motoras básicas de la transformación colectiva sufrida en esos tiempos y espacios si se considera relevante, como merece, por encima de la mera patria potestad, un planteamiento móvil ¿asumido, decidido, contravenido, resuelto? del destino personal y comunitario.
Como moldeadora del pasado, la "historia de la familia" encamina sus pasos a desbrozar el “entresijo de sus relaciones, trayectorias y estrategias… para conocer el sistema de organización social y sus mecanismos de perpetuación, reproducción y cambio” (se resume en la primera página de la Introducción a esta obra). Si la cuestión del poder (su proyección) es capital, no lo es menos su entorno de influencia general al ponerse en juego todo el patrimonio material y cultural familiar (al menos de las elites privilegiadas; aunque también, en el fondo, del conjunto de los entramados domésticos castellanos).
Al asimilarse ciertos mecanismos, modelos y rutinas se tiende a su reproducción promocional; jerarquizados sí, pero nada estáticos. Y cuya dimensión universal sobrepasa el ámbito estrictamente local de sus bases patrimoniales para ascender a categoría relacional y de sus redes de apoyo mutuo de cara a su influjo representativo simbólico externo amén de los propios, y menos conocidos, dispositivos neurálgicos intrafamiliares.
En esa dinámica interna de control-mando y sumisión-dependencia en la larga duración histórica ¿cuál era el ordenamiento jerárquico de los componentes de la familia —directa y colateral—?; ¿cómo encajaban el protagonismo paterno —filial, el de maridos y esposas, el de las madres en relación con las minorías de edad o las actuaciones de padrinos y tutores? El diseño de las disposiciones sucesorias debía atender a la preservación patrimonial e institucional común por encima de los intereses individuales… ¿siempre exitoso; hasta cuándo? Una planificación no exenta de tensión, conociendo hoy aquella amplia casuística por los interminables pleitos entonces suscitados y que bien pudieron romper o hacer fracasar cualquier estrategia previa. Estrategias conflictivas y/o afectivas en la balanza final de las hijuelas repartidas. De logros nada lineales y decepciones bidireccionales se nutren los artículos aquí publicados, al hilo de incontrolables contingencias y factores internos-externos adversos. Entre desobediencias, incumplimientos, desavenencias, discordancias, desvíos, adaptaciones o renuncias y “el mucho amor y cariño que nos hemos tenido y tengo”.
Mostrando rápidos procesos ascendentes junto a vertiginosos descensos y declives en el reconocimiento vecinal. Por lo tanto, dicotomías externas e internas, originando vínculos de dependencia, no siempre asumidos o aceptados, y rebeldías, también móviles.
Partiendo de una cuantiosa documentación notarial y de pleitos judiciales. Cobrando cada vez mayor protagonismo madres, esposas e hijas (las mujeres). Desde el siglo XVII, para comprender la centuria ilustrada y también el XIX. En perspectiva comparada tanto dentro de la Península Ibérica como en América.
Estudios de caso la mayoría de los textos (p. 3) “relativos a las estrategias [de reproducción] concebidas por las familias, observando su cumplimiento, reforzamiento, adaptación, disimulo y revocación a través de las distintas generaciones”, siguiendo el devenir de las sagas Vizarrón, Ferreira, Cisneros, Enrile, Castillo, Sweerts, Altamirano, Corro o San Miguel, algunas desde el siglo XVI hasta bien entrado el XIX, incidiendo en la etapa crítica de finales del Antiguo Régimen. Entonces, sus bases comerciales o las propiedades enraizadas en el terrazgo rural, sus cargos administrativos, el destino militar o sus ascensos eclesiásticos tradicionales buscarían los objetivos (interrelacionados para garantizar el éxito) de salvaguarda de pervivencias y ampliación de su radio de influencia.
La transmisión intergeneracional en el centro de estas investigaciones integradas bajo mecanismos comunes, aunque plenas de conflictos que modificaron las directrices familiares, entre ascensos sociales, extinciones biológicas al carecer de descendencia masculina, decisiones circulantes y estrategias adaptativas. Unos ciclos domésticos que podían entrar en crisis tras el fallecimiento del cabeza de casa… apareciendo entonces en repetidas ocasiones sus viudas (máxime si tenían menores a su cargo; aun contando con el necesario apoyo de la parentela varón) al frente de negocios y compañías para, además de transmitir confianza a sus socios, preservar la manutención de sus hijos, asegurando la permanencia y posterior traspaso de la actividad económica dentro de su seno matriz.
También el apoyo en los bandos, redes de alianza y clientelas por parte de la elite albaceteña (sus regidores) les permitió adaptarse, aun con no pocas inseguridades y desajustes, a los procesos de cambio jerarquizado en cada momento y dependiendo de su respectiva posición particular de partida y de su propia capacidad de movilidad interna.
Y ocho generaciones de Cisneros gallegos, tras consolidar su red relacional de apoyo mutuo, protagonizaron su reconocimiento hasta la consecución de un condado.
Desde otra mirada, los Enrile mostraban una evolución diacrónica desigual entre el éxito y el declive de las trayectorias vitales de su descendencia, cuando, ante la eventualidad de los tiempos, alternaron, readaptaron y modificaron sus incertidumbres.
A su vez, los procesos de gestión de las jefaturas doméstica tradicionales en torno a los derechos monopolísticos matizarían los conceptos de la conflictividad hereditaria al romper las solidaridades familiares entre unos privilegios amayorazgados y la demanda de igualdad sucesoria protagonizada por algunos jóvenes desfavorecidos malagueños.
La "familia episcopal" bien merecía otro capítulo de esta obra. Los obispos como cabeza de casa sin hijos ejercieron sus funciones de “pater familias sacris”, cultivando su autoridad protectora (sobre el séquito de seglares que deseaban promocionar y obtener sensibles mejoras bajo su sombra) y su influjo socio-mental sobre el tejido circundante.
Saliendo del ámbito peninsular y arribando al otro lado del Atlántico, aunque con notables paralelismos, la transmisión del apellido a lo largo de los tiempos, tras generar claros-fuertes vínculos intergeneracionales materiales y simbólicos, se convirtió en signo identitario de filiación patrilineal (y de reconocimiento social y de derecho hereditario; la población indígena carente de ese apelativo) marcó procedencias y distinciones.
También se produjeron oportunidades de promoción en los territorios de frontera portugueses. Allí la movilidad prosperaba, sustentada en matrimonios y compadrazgos clásicos mientras el modelo patriarcal tendía a ser replicado por la descendencia.
En efecto, los procesos de acumulación y dispersión entraban en el juego decisorio fundamental durante el momento del reparto de las herencias y del cambio generacional, atentos, además, a la edad de acceso al matrimonio y duración de los enlaces, el número de hijos supervivientes, la cantidad de mujeres beneficiadas, las permanencias o salidas del núcleo conyugal originario, las reducciones-deudas del caudal partible, las legítimas anticipadas, las compensaciones entre hermanos o las mejoras del tercio y remanente del quinto; puesto que su desarrollo conjunto definiría tanto los mecanismo endogámicos nupciales como las acumulaciones o disgregaciones finales de los patrimonios.
Y desde otra óptica más interna y silenciada, en fin, en torno a la masculinidad y paternidad, las prácticas incestuosas informan sobre complicidades y víctimas, deseos y violencias, justificaciones y conductas abusivas, delitos y pecados; definiendo a su vez (hijas al pasar a esposas) dinámicas y patrones de reproducción y subordinación familiar.
Familias que asimilaban, planificaban, modificaban, adaptaban, contravenían o anulaban sus tácticas, siguiendo un juego de intereses en el que podían chocar los afanes domésticos y las ambiciones individuales en una sociedad menos estática (p. 7): “calculados destinos e incontrolables contingencias se oponen para ofrecer una imagen de las trayectorias familiares no siempre tan lineales ni preestablecidas… frente a un concepto de estrategia mecánico y unidireccional se pone en evidencia cómo las relaciones intergeneracionales fueron más abiertas de lo que se supone”.
De todas estas cuestiones historiográficas centrípetas se ocupa esta monografía modélica en su planteamiento (conseguido) de reenfocar las miradas sobre la familia moderna; que no puede entenderse sin conocer su política matrimonial y, por supuesto, su modelo hereditario, pero tampoco sin acercarse a la movilidad de sus destinos en el siempre conflictivo giro estratégico vivido durante los sucesivos cambios generacionales.
En suma, animo a la lectura de este expresivo título, aparecido en una cuidada y manejable edición de 2022. Esas cuatro imágenes de la portada bien muestran, en masculino y en femenino, movilidad (y destinos ascendentes): como el amplio marco cronológico apunta, tendente hacia un modelo transformado de civilización familiar que impulsase y proyectase normas y criterios más contemporáneos a ambos lados del Atlántico.