Con anterioridad a los años sesenta del siglo anterior, Juan Luis Vives (1492/93-1540) era un ausente en los estudios en lenguas extranjeras sobre Renacimiento y humanismo. Su fortuna editorial fue compleja. Ya en el XVI, sus lectores seguían una de tres líneas paralelas que resultaron, por así decir, en muy diversos Vives. Primero, los que accedían en latín a De disciplinis, De ratione dicendi, o De anima, y demás tratados filosóficos o políticos, en especial desde que se compilaron en sus Opera (1555). En tanto que más instruidos, podían estudiarlos mejor, pero eran poco numerosos. En otra vía, los «populares» accedían, sin más, a sus escritos devotos o de carácter social en italiano, francés, inglés, español o alemán. Entre ambas vías, millares de estudiantes manejaron, hasta el filo del siglo XIX, sus manuales escolares: la Introductio ad sapientiam, De conscribendis epistolis, o los Diálogos (Linguae latinae exercitatio), que rebasaron el medio millar de ediciones. Los cambios políticos y sociales desatados por la revolución francesa demolieron, o casi, los últimos recuerdos de su obra. Solo a fines del ochocientos (moda de origen alemán), Vives resucitó como precursor o padre de la pedagogía y la psicología modernas, encasillamiento tan exitoso que sigue presente en enciclopedias, diccionarios biográficos y páginas de divulgación de toda Europa y el continente americano.

Esto empezó a cambiar al salir en Londres un facsímil de la edición mayansiana de sus Opera Omnia (1964), al publicarse en inglés el Juan Luis Vives, de Carlos G. Noreña (1970) y, desde 1987, con la iniciativa editorial Selected Works of Juan Luis Vives, que ya alcanza 11 tomos, con estudio introductorio, edición crítica del original latino y versión al inglés. Esa labor la enriquecen otros títulos —bajo análogos criterios—, vertidos al español o francés. Sin duda, la disponibilidad de tantos instrumentos favoreció un nuevo interés y la revaloración de su variada obra con nuevos análisis, algunos de singular interés como el que aquí se reseña. El auge de los estudios lingüísticos y de filosofía del lenguaje llevó a descubrir en su obra una rica veta para explorar sus reflexiones en el campo, por más que a veces se peque de enfoques anacrónicos o ahistóricos. Poco después, el interés se dirigió a su ideario político y hoy —de modo creciente— a su concepción de la retórica.

Tal es el caso del joven estudioso finlandés Kaarlo Havu, quien, en Juan Luis Vives: Politics, Rhetoric and Emotions busca, precisamente, explorar los vínculos entre retórica, política y psicología en Vives. De entrada, el autor se distancia de las acepciones corrientes de tales términos, ante todo del primero, tan abusado, y se propone mostrar cómo Vives entendía tales disciplinas —en especial en sus tratados de madurez—, y su estrecha vinculación con la ardua coyuntura política, social y religiosa de su tiempo. Su objetivo lo enuncia ya en la introducción: situar el pensamiento ético y político de Vives en el marco de su noción de retórica, ligada con la teoría de las emociones expuesta en De anima, de donde Havu extrae una afirmación capital: el conocimiento de las emociones «es el fundamento de toda filosofía moral, privada o pública», es decir, de la ética personal y de la acción política. Apunta que, incluso si en París aún estaba muy cerca de la retórica clásica, ya se había decantado por postular una disciplina útil para la vida diaria, práctica.

Sin tratarse de un estudio biográfico como tal (si acaso, una biografía intelectual), el libro rastrea el origen y progreso de diversos conceptos y prácticas retóricas del humanista, desde sus títulos primerizos de París y Lovaina a los publicados en vísperas de su precoz muerte. Detenernos en el rico contenido de cada apartado exigiría demasiado espacio; pero también es cierto que resulta imposible hacerle justicia en pocas líneas sin riesgo de distorsionarlo. El índice de los capítulos muestra bien la estructura: 1) Convertirse en humanista: De París a Lovaina (1514-‍1520); 2) La conversación y el arte del consejo (hacia 1520); 3) Gobernar la discordia: Vives y la política (1523-‍1529); 4) Redefinir la retórica en De disciplinis (1530-‍1531); 5) El Decorum retórico y las funciones del alma (1532-‍1540).

A tono con el orden propuesto, el autor pasa revista a la posición de Vives en los debates intelectuales, políticos y religiosos de cada momento: su «conversión» al humanismo en París; su vinculación a los círculos erasmistas flamencos, inicialmente optimistas; la ruptura provocada por la Reforma a partir de 1517; por fin, la sucesión de guerras desde la siguiente década, que llevaron a un creciente pesimismo y a la búsqueda de remedios. Es aquí donde el valenciano propone una retórica cada vez más politizada, dirigida al control de las pasiones, públicas y privadas, mediante la práctica del decorum, de la prudencia.

En ese sentido, Havu destaca la pugna entre dos principales visiones de la retórica durante el Renacimiento. En un flanco, los humanistas decididos a emplear a ultranza el estilo y vocabulario de Cicerón, el orador latino por antonomasia, rechazando todo giro ajeno a sus escritos. De ahí su mote de ciceronianos. En el otro bando —donde sitúa a Vives— estaban quienes veían a la retórica como fenómeno histórico susceptible de transformaciones y adecuaciones según tiempo y circunstancias. En opinión de ellos, griegos y romanos se adaptaron a las cambiantes condiciones. No era lo mismo una retórica republicana, abierta al libre debate público de ideas, que la retórica formulada por Quintiliano, en pleno orden imperial, cuando poco más quedaba a los retóricos que adular al poder. Por lo mismo, antes que un legado único, los antiguos habrían desarrollado diversas retóricas, no siempre consonantes. A tono con lo anterior, este segundo bando sostenía que ellos mismos debían adecuar la disciplina a las cambiantes circunstancias de su propia época, y que el empeño de sus rivales por una elegancia formalista los condenaba a mera imitación servil, simiesca. Por lo mismo, y este es quizás el aporte central del libro de Havu, destacar que Vives (sin ahorrar críticas a autores antiguos y modernos) habría adecuado su praxis retórica a un escenario político y religioso cada vez más incierto y belicoso, con continuas guerras entre príncipes y violentos choques entre cristianos, a medida que surgían nuevos y pugnaces credos. Señala Havu que, en ese difícil marco Vives, antes que desarrollar una teoría en torno a la retórica, habría hecho de sus escritos una serie de «actos» pragmáticos retóricos, con miras a alcanzar la solución a tantos males de su tiempo. De ahí su insistencia en una retórica del decorum, dirigida a lograr el apaciguamiento de pasiones, la concordia.

A lo largo del libro, el autor aúna el rigor analítico con un intensivo empleo de fuentes primarias, de Aristóteles, Cicerón y Quintiliano hasta los humanistas coetáneos de Vives o ligeramente anteriores. Esto le permite valorar a cada paso la originalidad —siempre relativa— del valenciano al situarlo en la tradición que lo precedió y sugerir la medida en que Vives se insertó en ella y si, de algún modo, la enriqueció. Insiste aquí y allá en apartarse de esa tradición exegética, tan de moda en buena parte del siglo pasado, que buscaba ver en Vives al precursor de todas las tendencias filosóficas, doctrinales y didácticas imaginables. Le interesa más descubrir y señalar con qué tradición antigua y coetánea entroncan sus escritos. A cada paso el autor se muestra al día en los principales estudios en torno al humanista de Valencia en cualquier idioma, incluido el español, algo muy infrecuente, como de sobra nos consta a los sufridos lectores hispánicos. A la vez, remite a los principales debates recientes en torno a humanismo, humanismo nórdico, ética, filosofía, etc., para no hablar de la retórica misma o, mejor, de las retóricas. De ahí sus copiosas referencias de primera mano a cada concepto según los antiguos y el tratamiento que de él se ha hecho en estudios recientes.

En suma, el análisis de Havu destaca por su erudición, el rigor analítico y la concisión con que va de un punto a otro, sin perder de vista el conjunto y asociándolo con cada momento histórico. Exige una lectura lenta y atenta por tratarse de un libro complejo, en el mejor sentido de la palabra, y muy meditado. Es cierto que a veces, al plantear ciertas cuestiones, se hubiera agradecido una presentación algo menos compacta, más atenta a las posibles limitaciones del lector. En todo caso, no hay engaño: desde la primera página se presenta —usando un símil poco académico— como un apostador que coloca sus fichas en la casilla de la retórica; de una particular concepción de la retórica. Toca al lector decidir si alcanzó el premio.

Lo indudable es que, con su espléndido libro, Kaarlo Havu deja en nuestras manos un instrumento de uso obligado para todo estudio posterior de Vives, merecedor, en mi opinión, de una esmerada traducción al español.