A finales del pasado año apareció publicada esta obra que está llamada a ser, sin duda, un trabajo fundamental para todo estudioso, investigador y lector interesado en los siglos XV y XVI. Podemos estar seguros de ello, a pesar de que el libro se centre en un espacio geográfico específico —el de la localidad soriana de Berlanga de Duero— y en una problemática muy concreta, la experimentada por los judíos y judeoconversos en los años anteriores y posteriores a la expulsión de 1492. La razón de esto es el riquísimo acopio que ha realizado el autor del trabajo, el profesor de la Universidad de Salamanca Ricardo Muñoz Solla, de un material documental donde los individuos de carne y hueso, sus relaciones personales y situaciones concretas brotan al entendimiento del lector llenos de vida. La documentación seleccionada contiene una información de riqueza extraordinaria y, además, en gran abundancia. Atiéndase a este dato numérico para comprobarlo. El libro tiene 1085 páginas en total y, de ellas, algo más de 700 son de transcripciones de procesos inquisitoriales, dejando 332 páginas para el estudio del tema. Todo estudioso aprenderá del trabajo conclusivo y sintetizado por el autor en este campo específico, pero la obra se presta a ser también un banco de información muy útil para la investigación, al traernos a nuestras manos y poner sobre nuestra mesa de trabajo una extensa documentación bien ordenada, tratada en su transcripción y explicada en sus elementos necesarios.

Con este formato y para esta temática —la de los estudios judíos e inquisitoriales de aquel periodo clave—, hasta ahora solo existía el titánico trabajo realizado por Haim Beinart entre 1974 y 1985, y auspiciado por la Academia Nacional Israelí de Ciencias y Humanidades, materializado en la publicación en cuatro volúmenes de las transcripciones de los procesos que la Inquisición llevó a cabo contra 137 personas entre 1483 y 1527. Ricardo Muñoz Solla ha realizado lo propio con 50 procesos inquisitoriales referidos a 47 judaizantes que pasaron por delante de los inquisidores del tribunal de Sigüenza-Cuenca. En este sentido, el largo esfuerzo intelectual realizado es encomiable, al igual que el empeño editorial realizado por la Universidad de Granada, donde se ampara la Colección de Textos y Culturas Judías en la que se recoge este libro. Estamos pues en una línea de impulsos múltiples y continuados entre instituciones e investigadores por aunar el estudio, la investigación y los materiales que se precisan para ello, en la que este libro resulta una de sus más relevantes cumbres.

Empezamos por la última parte, porque es la que más se destaca en el paciente trabajo realizado en esta investigación y, también, en el volumen de las páginas que componen el libro. La transcripción de los 50 procesos (enumerados por el nombre de los judaizantes condenados, pp. 31-‍33) es la base documental del estudio realizado. Tal cuerpo de documentos suele desaparecer en la mayoría de las obras de historia, ya sea por criterios editoriales, no inclinadas a estos esfuerzos e inversiones, o por razones del limitado tiempo y trabajo de la investigación emprendida. En tales casos, debemos conformarnos con los pies de página y confiar en ellos para seguir al autor y sus razones, pues no hay otra manera de cotejar y revisar sus materiales. No ha ocurrido así en este caso, y el inmenso trabajo paleográfico y de transcripción realizado en el Archivo Diocesano de Cuenca, donde están los fondos de este tribunal inquisitorial, se nos ofrece en esta generosa entrega. En forma impresa, dentro de este libro, este corpus documental, inédito, es ya de por sí un instrumento de trabajo muy valioso para futuras investigaciones, que no tendrían por qué encaminarse en este campo de estudios, pues la documentación en sí misma se presta a distintos usos y análisis. Se hace obligado decir que los criterios seguidos en la transcripción (pp. 371-‍375) nos permiten tener la seguridad de estar delante de los textos originales que fueron recogidos en los viejos documentos. Además, el autor ha conseguido enlazar de forma muy eficaz los resultados de su análisis, expuestos en el estudio previo, con los documentos en los que apoya sus afirmaciones. De tal manera, el lector puede ir rápidamente de la lectura del estudio en la primera parte del libro al documento completo en su segunda parte, lo que permite cotejar por uno mismo los argumentos esgrimidos y las conclusiones alcanzadas en cada uno de los aspectos que se abordan. En este sentido, el libro es un manual de investigación que se presta también para esta segunda utilidad. Permite, como pocas veces ocurre, revisar y discutir con el autor las ideas que defiende recurriendo a los mismos materiales.

El estudio desplegado en las primeras 332 páginas entra en un tema abierto al debate historiográfico, con un acercamiento muy preciso que debe ponerse en relación con otros estudios que se han hecho y se irán haciendo en este campo. En esta investigación se ha tomado una comunidad local de judíos, la de Berlanga de Duero, y se ha seguido su evolución durante varias generaciones, para entender así su realidad tras la conversión de 1492. Es asombroso el nivel de detalle en el análisis del proceso social, religioso y cultural vivido por este colectivo desde finales del siglo XV hasta principios del siglo XVI. Se explica de esta manera el valor y sentido dado a la documentación localizada, reunida y trabajada por el autor. Como estudio local, resulta muy revelador. La búsqueda, hallazgo y utilización de esta información consigue meternos en lo más íntimo de los individuos y de sus relaciones con los demás, mostrando aspectos invisibles e insondables en la práctica totalidad de las gentes del pasado. Solo de esta manera se hacen sostenibles las conclusiones que expone el autor, ya sea al explicar las razones que actuaron en el individuo y en el grupo cuando estos hicieron frente al proceso histórico en marcha, o cuando el autor desgrana las diversas respuestas que unos y otros dieron a las nuevas circunstancias de un tiempo cambiante. Quedan a la vista con gran evidencia las estrategias de integración de los convertidos de una religión minoritaria a otra mayoritaria, las resistencias individuales y grupales que se manifestaron y, también, el mantenimiento de viejas identidades que tuvieron que acomodarse a las nuevas realidades. Todas estas cuestiones son sometidas a una profunda y detenida reflexión gracias a un material documental de riqueza extraordinaria. Pues el esfuerzo se hace, no a partir de la mera especulación, tan agotadora como vacía, sino del examen de datos objetivos y perfectamente documentados.

A través de la documentación inquisitorial, Ricardo Muñoz perfila y describe la «comunidad judaizante» de una localidad concreta, integrada por individuos rescatados del anonimato que demuestran tener conciencia y memoria de un pasado judío común. Esto no es algo supuesto, o propuesto por el investigador como hipotético. Al contrario, queda declarado por los mismos protagonistas y registrado por los inquisidores en el curso de numerosas conversaciones mantenidas en algún momento puntual de aquellos precisos años. Por fortuna, tales conversaciones dejaron su huella escrita, y ha sido mérito del archivero y, tras él, del investigador el volver a darles su sentido humano e histórico.

La selección que hace el autor de los temas que se plantea está marcada por los puntos del debate historiográfico. Asuntos todos de gran interés: ¿cómo vivieron los judíos el destierro de 1492 y qué recuerdo les quedó de ello?; los que se bautizaron, pero siguieron judaizando, ¿cómo vivieron el proceso de conversión? ¿qué relaciones establecieron entre unos y otros, y qué razones dieron para optar por una decisión u otra? Convertidos, pero judaizantes. Algunos, incluso, regresados después de un primer destierro. Todos ellos formando una comunidad bien definida, con rasgos propios, y que consigue resistir durante un largo periodo que comprende a varias generaciones. Causa asombro que lo consiguieran durante tanto tiempo, por lo que el tema cobra un interés especial para la historia social. Cómo lo consiguieron se nos muestra en el libro con gran claridad y detalle: fue por desarrollar estrategias precisas de arraigo social, económico y profesional en aquel ámbito geográfico local y regional. Fue también por conseguir poner en marcha diversas fórmulas de cohesión interna, a través de relaciones familiares, conexiones socioeconómicas y prácticas religiosas comunitarias que giraban en torno al poder y a la dependencia de unos sobre otros. Por encima de esto, no es menos determinante el marco señorial en el que estuvieron sujetas estas localidades, con sus tierras y con todas sus gentes, también los convertidos. La casa nobiliaria Tovar-Velasco (condestables de Castilla, duques de Frías y señores de Berlanga), con los territorios que tuvo bajo su jurisdicción y con poderosos intereses en todo este gran espacio peninsular, fue la pieza clave que nos permite entender la originalidad de este fenómeno.

Pero aquella comunidad judaizante terminó por romperse a principios de la tercera década del siglo XVI. Y lo hizo desde su interior, por las tensiones internas entre los individuos, familias y grupos que la integraban. La comunidad se fragmentó, sobre todo, por la presión exterior que supuso la aparición de la Inquisición en las tierras sorianas. En este punto son distintas cuestiones las que se examinan en este libro, lo cual se hace con tanta profundidad como acierto y detalle. Las fuentes documentales informan, como pocas veces consiguen hacerlo, de los conflictos internos de estas singulares comunidades locales en la temprana modernidad. Son los sujetos mismos quienes lo explican, y sus voces están recogidas en los procesos inquisitoriales que han sido localizados, transcritos y analizados. Aflora en sus testimonios mucha luz sobre la realidad social en la que se insertan: sus enemigos, muchas veces dentro de la propia comunidad judaizante, y también sus aliados, algunos de ellos miembros de la baja nobleza local y de la administración municipal y señorial. El análisis resulta una prueba muy reveladora del vigor de estas comunidades cuando los inquisidores se acercaron a ellas y buscaron la manera de destruirlas. Nos enseña también la forma en la que este nuevo tribunal actuó sobre el espacio y sobre la sociedad. Las primeras visitas de distrito, la implantación institucional, los primeros procesos de fe…: queda bien a la vista el proceso de arraigamiento de la institución en el orden social. Se entiende también el sentido de la acumulación de información por parte de los tribunales y su posterior administración efectiva. En este punto, este libro es desvelador y modélico.

Toda la estrategia de los inquisidores para utilizar sus escasos recursos y su imperiosa ley se nos muestra sobre la marcha, en sus consecutivas embestidas u oleadas de represión: las primeras pesquisas tentativas y de poco resultado durante los años iniciales del siglo; una primera etapa (1525-‍1529) de represión selectiva contra dos grupos escogidos de conversos; y, finalmente, una segunda etapa (1530-‍1539), de determinación en la lucha contra el núcleo duro de la comunidad judaizante, lo que permitió dinamitarla desde su interior. La pólvora de la explosión se componía de «las enemistades y los profundos odios», los cuales fueron alimentados por los inquisidores entre los propios miembros de la comunidad. Aquellas dos décadas fueron el momento cumbre en la actividad inquisitorial desplegada en Berlanga de Duero entre 1492 y 1569. Fase de plena acción procesal, durante la cual la generación de los primeros convertidos —la de 1492— fue castigada con violencia. Después sería el turno de las generaciones siguientes. El autor se ha querido detener en este preciso periodo, entre 1525 y 1539, pues lo que vino después fue solo un tiempo aplicado a completar el trabajo fundamental ya realizado en esos años en la lucha contra la herejía.

En fin, estamos ante un estudio microhistórico modélico de una comunidad local de convertidos judaizantes, bien integrados en su medio y en lento proceso de asimilación religiosa. Proceso lentísimo, en el que las resistencias religiosas y también culturales —como dice el mantenimiento del hebreo en las ceremonias clandestinas—, se hicieron fuertes e impusieron una continuidad que no estaba asegurara a perpetuidad. Pero dicha pervivencia se interrumpió bruscamente en las décadas de 1520 y 1530 por la aparición de la Inquisición en estas tierras de la Extremadura de Soria. Llegaba en busca de la herejía, cuando dicha batalla ya estaba remitiendo en las partes centrales del país. De aquella intervención se ha conservado uno de los registros documentales más importantes y abundantes para el estudio de los inicios de la Inquisición y del epílogo del judaísmo español. Con este libro queda rescatado del pasado para convertirse en historia.