Resumen

Este trabajo tiene por objetivo estudiar el viaje que realizó el franciscano español Buenaventura Ibáñez (1607-‍1691) desde China a Europa para negociar concesiones para las misiones en China y reclutar nuevos misioneros. Habiendo salido en 1661 de Jinan, al norte de China, el fraile pasó por Macao, Malasia, la India, el Golfo Pérsico y Oriente Próximo. Durante su viaje en Europa, el misionero visitó Roma y Madrid donde desarrolló una intensa labor negociadora que finalizó con su regreso con nuevos refuerzos a la misión China en 1669. A través de una selección de cartas, memoriales, súplicas y relaciones de este misionero, así como de la documentación conservada de aquellos que trataron con él, este trabajo pretende reconstruir su rol como procurador de la misión China. El estudio de sus acciones sirve para entender la puesta en marcha del proyecto misional franciscano en los siglos XVII y XVIII, así como para analizar las redes de poder en Asia Oriental entre las que se movió este fraile.

Palabras clave: misiones en China; procurador; Mendicantes; Sagrada Congregación de Propaganda Fide; Monarquía Hispánica; Buenaventura Ibáñez.

Abstract

The objective of this work is to study the trip from China to Europe made by the Spanish Franciscan Buenaventura Ibáñez (1607-‍1691) to negotiate concessions for the missions in China and recruit new missionaries. Having left Jinan —‍northern China‍— in 1661 behind, the friar passed through Macao, Malaysia, India, the Persian Gulf, and the Middle East. During his trip in Europe, the missionary visited Rome and Madrid where he carried out an intense treaty-making activity that ended with his return with new reinforcements to the Chinese mission in 1669. Through a selection of letters, memorials, pleas, and reports of this missionary, as well as the preserved documentation of those who dealt with him, this work aims to analyse his actions as procurator of the Chinese mission. Its study serves to understand the implementation of the Franciscan missionary project in the seventeenth and eighteenth centuries, as well as to analyse the networks of power in East Asia with which this friar dealt.

Keywords: missions in China; procurator; Mendicants; Sacred Congregation of Propaganda Fide; Hispanic Monarchy; Buenaventura Ibáñez.

Recibido / Received: 15/03/2022; Aceptado / Accepted: 05/06/2023; Publicado en línea / Published online: 21/12/2023

Cómo citar este artículo / Citation: Torres Trimállez, Marina, «Ganar voluntades para unir imperios: el viaje a Europa de Buenaventura Ibáñez a finales del siglo XVII», Hispania, 83/274 (Madrid, 2023): e033. https://doi.org/10.3989/hispania.2023.033.

Fuente de financiación / Funding sources: Este trabajo se ha realizado en el marco del proyecto de investigación «Trafficking of girls and Catholic missionary networks in the South China Sea (18th-19th centuries): a transnational approach», financiado por el programa de investigación e innovación Horizonte 2020 de la Unión Europea Marie Sklodowska- Curie, Grant Agreement. No. 101026462.

INTRODUCCIÓN [Subir]

Este trabajo tiene como objetivo analizar a Buenaventura Ibáñez (1607-‍1691) (Wen Dula, 文都辣) en su labor de procurador de la misión franciscana en China a finales del siglo XVII. Hasta donde tenemos conocimiento en ningún momento Buenaventura Ibáñez fue nombrado oficialmente procurador por carta-patente. Sin embargo, utilizaremos este término aplicado a su caso entendiendo que este fraile en la práctica ejecutó este rol, es decir, la gestión y administración de ciertos asuntos temporales y materiales de la orden, así como la representación de los intereses de la orden ante otros poderes laicos y religiosos externos. Conocer el papel que desempeñó este fraile y la forma en que lo llevó a cabo nos permitirá, en primer lugar, analizar el significado de su viaje dentro de la empresa china franciscana. Y, en segundo lugar, reflexionar sobre el peso que tuvieron en sus decisiones las fidelidades y obediencias a las que respondía Ibáñez en tanto que franciscano español que trabajó bajo el Patronato español en territorio chino entre los años 1649 y 1691.

En numerosas ocasiones los misioneros europeos que trabajaron en Asia han sido entendidos como figuras privilegiadas para el estudio de la mediación intercultural entre China y Europa a través de su labor como científicos, escritores, teólogos y filósofos que se esforzaron por acomodar en mayor o menor medida la tradición europea a la sociedad china[1]. Tradicionalmente se han dedicado también importantes esfuerzos a entender a los misioneros en su rol de mediadores políticos y religiosos, específicamente en embajadas que de forma oficial generaron un diálogo entre las altas instancias de gobierno de la época, es decir los sucesivos emperadores chinos y el papado o los monarcas europeos[2]. El caso de estudio de Buenaventura Ibáñez nos aporta un tipo de mediación diferente a la estudiada tradicionalmente por la historiografía. En este artículo, por el contrario, buscamos analizar las acciones de quien fue un agente intermedio entre quienes actuaban sobre el terreno y quienes tomaban las decisiones desde los tradicionalmente conocidos como «centros» de la cristiandad y de las monarquías europeas. Aunque a Buenaventura Ibáñez se le puede considerar como un agente que actuó en relación directa con los nativos chinos, en este trabajo hemos optado por centrarnos en las acciones que realizó Buenaventura Ibáñez como enviado desde China a Europa a negociar asuntos de la misión.

Al contrario que otros compañeros de su orden, Buenaventura Ibáñez ha sido una figura apenas estudiada dentro de los estudios sobre cristiandad en China. La relevancia de los compañeros con los que compartió años de misión sin duda ha influido en ello. Ibáñez entró en China de la mano de Antonio de Santa María Caballero (1602-‍1669) (Li Andang, 利安当) y convivió con otras figuras destacadas de la orden como Pedro de la Piñuela (Shidoulu, 石铎琭) (1650-‍1704) o Francisco Peris de la Concepción (Bian Fangshi, 卞芳世) (1635-‍1701) que sobresalieron sobremanera en su esfuerzo por escribir obras —tanto en lenguas europeas como en chino—, sobre la evangelización de los chinos y la labor misional en China[3]. Vivió además en una época de florecimiento de las misiones jesuitas, que han sido históricamente —y son— con gran diferencia, la orden religiosa más estudiada de todas las que operaron en China. Rescatamos aquí a Buenaventura Ibáñez para arrojar luz sobre el papel de los franciscanos en su intermediación con las altas instancias europeas y para analizar cómo consiguieron nuevos misioneros y beneficios para la misión china. Este artículo se suma así a los trabajos que en los últimos años se han dedicado a este tipo de figuras dentro de la orden de los padres de la Compañía[4], así como a la corriente historiográfica de la nueva historia diplomática que ha destacado la labor informal de intermediación de agentes no pertenecientes directamente a las instituciones monárquicas o papales, pero que también desarrollaron una labor diplomática que ayudan a dibujar un panorama más complejo[5].

Para abordar este estudio se han utilizado dos tipos de documentaciones, parte impresas y parte manuscritas, conservadas en el Archivo General de Indias (Sevilla) y en el Archivo Franciscano Ibero-oriental (Madrid). En primer término, aquella de tipo oficial que incluye autorizaciones, patentes, memoriales y súplicas del misionero, así como las consultas y respuestas recibidas de las instituciones con las que trató: la Sagrada Congregación de Propaganda Fide, el Consejo de Indias y los superiores de la Orden de los Frailes Menores. En segundo término, se ha trabajado con cartas, relaciones e historias, tanto de mano del propio Ibáñez como de quienes le escribieron a él. El trabajo presenta en primer lugar una sucinta biografía de Buenaventura Ibáñez para posteriormente abordar separadamente su etapa en Roma, su etapa en Madrid y concluir con unas consideraciones finales.

BUENAVENTURA IBÁÑEZ Y SUS INICIOS EN LA MISIÓN CHINA (1649-‍1664)[Subir]

En 1587, cuando los padres Martín Ignacio de Loyola (1556-‍1606) y Juan Bautista Lucarelli (1540-‍1604) entraron en Cantón, las autoridades chinas los tomaron por espías y tras su encarcelamiento fueron finalmente expulsados de China[6]. Fue en 1633 cuando, de nuevo, y tras numerosos intentos fallidos previos, los franciscanos consiguieron asentarse en el imperio y fundar una misión de mano de Antonio de Santa María Caballero[7]. En esta primera etapa de evangelización entre los años 1633 y 1636 surgió la controversia de los ritos chinos, que provocó que Santa María abandonase China con la intención de alcanzar Roma para resolver la cuestión. Tras ver frustrado su intento de viaje a Europa, pero con la cuestión parcialmente solucionada por el dominico Juan Bautista de Morales (Li Yufan 黎玉范) (1597-‍1664), el padre Santa María entró de nuevo en China el 10 de julio de 1649. En esta nueva ocasión, el palentino iría acompañado de otros tres compañeros, entre los que se encontraba Buenaventura Ibáñez.

De nombre completo Juan Buenaventura Ibáñez, este misionero nació en Elche (Alicante) en 1607. Hijo de Jerónimo Ibáñez, que había sido familiar del Santo Tribunal de la Inquisición y Ana Alvarado, estudió durante su infancia gramática latina en Valencia[8]. Según él mismo explica en la autobiografía que escribió en Cantón en los últimos años de su vida, a los quince años fue con uno de sus hermanos a Roma «en secreto sin que lo supieran nuestros padres y vestidos de pelegrinos»[9]. Atravesaron Cataluña y Francia hasta llegar a Génova, en donde dieron con un tercio de los españoles. Con el deseo de visitar los santos lugares y ante la falsa promesa de un capitán de llevarlos a Roma, el joven Ibáñez se incorporó como soldado y permaneció tres años en Nápoles junto a su hermano. Mientras en Alemania y Holanda los Habsburgo se jugaban la hegemonía europea, se abría otro frente en Italia con la muerte inesperada de Vincenzo II Gonzaga (1594-‍1627) en el ducado de Mantua. La negativa del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Fernando II (1578-‍1637) de aceptar a su sucesor, apoyado por Francia, fue motivo suficiente para entrar en guerra. Como parte del tercio de Saboya, del ejército de Lombardía, Ibáñez participó en la operación militar de Casale Monferrato (1628) en contra de los franceses. Sin embargo, el valenciano, como muchos otros en aquellos momentos, huyó y desertó al poco tiempo después a pesar de las amenazas de castigo de los superiores.

Ya estando solo volvió a Valencia pasando previamente por Roma, Loreto y Asís[10]. Decidió entonces tomar el hábito franciscano permaneciendo durante veinte años adscrito a la provincia de San Juan Bautista, en el convento de San Juan de la Rivera. El franciscano, al contrario que otros compañeros de misión, no terminó sus estudios en Artes y Teología como había pretendido en un inicio[11]. Se alistó en las misiones tras la petición de Martín Santiago, procurador general y comisario de los franciscanos descalzos de Filipinas, de veinticuatro religiosos[12]. Llegó a Filipinas en 1644, donde trabajó en el púlpito y fue nombrado posteriormente confesor[13]. En el convento de Manila conoció a fray Antonio de Santa María Caballero, con el que cultivó una relación que marcó su vida de ahí en adelante. El cronista Domingo Martínez señala en 1756 cómo Ibáñez siguió los pasos de Santa María Caballero en todo, y: «Bebióle el espíritu al Venerable Fray Antonio; y siendo ambos de uno mismo, se convinieron con facilidad en seguir unos mismos empleos»[14].

Comenzó entonces su primera etapa evangelizadora que duró desde 1649 hasta 1664. El comienzo de su misión en China fue en la ciudad de Anhai (安海) en el sur de la provincia de Fujian (福建). Sin embargo, a los dos años Santa María lo llamó para pasar a la ciudad norteña de Jinan (济南), en la provincia de Shandong (山东) donde este había encontrado casa gracias a la ayuda de los jesuitas[15]. Según explica el cronista de la provincia de San Gregorio Domingo Martínez, Ibáñez durante estos años se dedicó de lleno a la conversión de los chinos, cumpliendo además con los deberes propios de su oficio. A medianoche rezaba maitines y continuaba con ejercicios espirituales de oración durante largas horas, practicaba diariamente ayunos, así como otras disciplinas y mortificaciones[16]. A pesar de ello, como el mismo reconocía con pesar en una carta al provincial el 23 de octubre de 1660, gran parte de su tiempo hubo de dedicarlo a cuestiones más mundanas como la gestión de la casa:

Por [que] si viniesse algún hermano lego nuevo de España, para semejantes trabajos y cuidar de la casa, sería a propósito para este oficio de Marta, con que los ministros atendieran solo al de María; [id] est, a la predicasión y administración de los santos sacramentos hasta que nuestro Señor nos dé [el premio][17].

Según el propio Buenaventura explica en su autobiografía, hasta 1662 actuó de ayudante de Santa María. El valenciano estuvo encargado de aproximadamente mil cristianos. En esos años fue habitual que el padre Santa María saliese a predicar en nuevas aldeas y ciudades de la provincia durante uno o dos meses, por lo que Buenaventura se centró en la metrópoli de Jinan y sus núcleos colindantes[18]. Aunque al principio ambos frailes reconocían hacer poca cantidad de conversiones, con los años fueron obteniendo mejores resultados, lo que los animaba a pedir nuevos refuerzos. En las cartas conservadas de estos años encontramos las peticiones de nuevos ministros y favores para la misión tanto a Propaganda Fide como a la provincia filipina[19]. Pero contrariamente a lo deseado, las súplicas no tuvieron éxito por lo que finalmente Santa María determinó ir a Roma y personarse ante la Sacra Congregación de Propaganda Fide para conseguir nuevos avances en la misión[20]. El objetivo de este viaje era dar cuenta a las autoridades romanas del estado de la misión y pedir nuevos misioneros de la provincia de San Juan Bautista de Valencia, dado que la de San Gregorio no tenía para enviar. La decisión no sería comunicada a la provincia, como años después reconocería el valenciano[21].

Fue en ese momento cuando el padre Ibáñez se ofreció a ser él quien realizase el viaje en vez de Santa María:

Viendo yo su determinación [la de Santa María] le dixe: yo haré menos falta acá, y estoy más robusto para tan largo viaje, y assí yo iré. Vino en ello y despachome con los despachos y cartas necessarias[22].

Como Ibáñez señala, Santa María aceptó el ofrecimiento. Su nombramiento años antes como prefecto apostólico de la misión seráfica de China por el papa Urbano VIII le confería el poder necesario para autorizar al padre Buenaventura su viaje a Roma[23]. De esta forma, el 4 y 5 de abril de 1662 Santa María le firmó a su compañero varias patentes en las que lo autorizaba para comunicar los negocios de la misión china directamente con los superiores de la curia romana[24]. Con los documentos necesarios, Buenaventura partió a los pocos días hacia Macao con un compañero jesuita. Se iniciaba entonces una nueva etapa para Buenaventura Ibáñez, que se separaba ya de quien había sido su mejor aliado en sus primeros pasos en la misión.

LLEGADA Y NEGOCIACIÓN EN ROMA[Subir]

Tras meses de viaje desde Jinan, al norte de China, Buenaventura llegó a Macao en enero de 1663[25]. El fraile no pudo partir hacia Europa hasta el 25 de enero de 1665 porque cayó gravemente enfermo. Cuando se pudo recuperar ya no había barco que saliera del puerto[26]. Por ello, finalmente y en secreto, embarcó en un barco pequeño que llevaba apenas cinco marineros de tripulación[27]. A pesar de tener intención de llegar a Roma vía Manila, finalmente siguió la ruta portuguesa. Pasó primero por las costas de Siam con una parada en Malaca, para luego atravesar el golfo de Bengala y llegar a Machilipatnam, en la costa india de Coromandel. Tras ser hospedado en casa de un misionero agustino, a los quince días llegó en un barco inglés el obispo francés François Pallu (1626-‍1684), reciente vicario apostólico de Siam que sería también fundador de las Misiones Extranjeras de París (M.E.P.)[28]. Este, que iba también a Roma, se ofreció a llevar a Ibáñez, y en 1666 cruzaron la India por tierra rumbo al puerto de Surat, en las puertas del Golfo de Khambhat. Ya en 1667 cruzaron el Golfo Pérsico y pasando por Basora, Nínive, Alepo, Edesa y Alejandría, llegaron a la isla de Chipre. Tras una parada de ocho días, zarparon de nuevo rumbo hacia Livorno. Cuando finalmente llegaron a Roma, el fraile y el obispo se separaron[29].

Dejadas atrás las tormentas y los ataques de corsarios y piratas que habían sufrido a lo largo de la travesía[30], el fraile comenzó un nuevo periplo. El primer año después de su llegada lo pasó en Roma, donde rápidamente se puso manos a la obra con el objetivo de regresar a China con nuevos refuerzos. El franciscano consiguió audiencia con el papa Clemente IX e hizo una súplica con varias peticiones a la Sacra Congregación de Propaganda Fide. En primer lugar, solicitó que se renovara la prefectura del fraile Antonio de Santa María. Teniendo en cuenta lo dilatado del viaje y el «difícil recurso a Roma», pedía que se renovase este cargo por otros quince años[31]. También solicitó que se nombrara notario apostólico a Santa María cuando muriera el dominico Juan Bautista Morales. Y, además, pidió la facultad para los misioneros de administrar el sacramento de la penitencia a los fieles fuera de Europa y la indulgencia plenaria perpetua para los hermanos de la confraternidad de la Concepción y del Santísimo Crucifijo pertenecientes a la Iglesia del Salvador de Jinan[32]. Además, en su autobiografía, Ibáñez señala que solicitó con resultado positivo «pasta de Agnus» para repartir a sus cristianos e indulgencias para cada misionero que llevase a China y que servirían para luego aplicárselas a rosarios, cruces, medallas e imágenes para los cristianos[33].

De todas las peticiones que entregó, las más importantes fueron las siguientes. En primer lugar, la concesión de siete religiosos a su elección para evangelizar en China. En el documento que se conserva de las Actas de las congregaciones generales de la Sagrada Congregación, el fraile pide seis religiosos de la provincia reformada de San Pedro de Alcántara con «licencia absoluta» para elegir a aquellos que él considerara útiles para servicio de las misiones. Según consta en las actas, el fraile insistió en la libertad de elección por encima de los superiores de la orden. El franciscano lo justificaba con que normalmente los provinciales eran muy reacios a deshacerse de los sujetos más valiosos[34]. Por ello suplicaba también que el padre general se comprometiese a instar a los superiores de las provincias a colaborar en este mandato.

La Sagrada Congregación aceptó estas peticiones y, según consta en la autorización, se le capacitó para escoger seis religiosos sacerdotes y un lego de la Provincia de San Pedro de Alcántara[35]. Esta elección debía ser posteriormente transmitida al nuncio en Madrid para su aprobación, que en aquellos momentos era Vitaliano Visconti (1618-‍1671)[36]. Además, como había pedido, se le proporcionó una carta de la Sagrada Congregación dirigida al padre general de la orden de los franciscanos con orden de escribir al provincial elegido por Ibáñez para llamar a la misión en China[37].

Otra de las peticiones más relevantes que consiguió el fraile en Roma fue la facultad para poder recibir limosnas en el viaje y poder gastarlas siempre «que la necesidad sea tan urgente que no puedan satisfacer sus necesidades de otro modo»[38]. La alternativa era viajar con un síndico, pero eso incrementaba notablemente los costes en un viaje que era especialmente largo y arduo, por lo que no fue difícil para el franciscano obtener la aprobación de las autoridades romanas[39].

A las peticiones que debía resolver el fraile ante la curia, se le sumaron nuevos encargos que Santa María le envió por carta después de que Ibáñez hubiese salido de Shandong. El 15 de octubre de 1666, su compañero le instaba a que llevase a China el Annales Ordinis minorum del teólogo irlandés Luke Wadding (1588-‍1657), profesor de la Universidad de Salamanca y consejero de la Corona española ante la Santa Sede[40]. También le solicitaba las obras clásicas del teólogo escocés, también franciscano, John Scotus (1266-‍1308), misales pequeños para la misión y grandes para la casa, libros rituales para aplicar los sacramentos, imágenes del Salvador, de la Virgen y de San Miguel y:

... todo lo que huviere de nuevo salido de la Silla Apóstolica en favor de la Inmaculada Concepción de la Virgen nuestra Señora (…); algunas buenas summas de lo moral; (...) y alguna buena pintura de nuestro Seráphico P. S. Francisco en el modo que su santo cuerpo está en pie en la bóveda o capilla de su santo sepulchro, y alguna otra de la Concepción Puríssima de la Virgen nuestra señora, etc.[41]

En los meses siguientes, y sin duda animado por sus logros anteriores, el fraile presentó nuevas peticiones a la Sagrada Congregación. En esta ocasión el franciscano buscaba la concesión de un subsidio para el viaje y también para el mantenimiento de los religiosos en China[42]. Para justificar su petición, esta vez Ibáñez no dudó en afirmar que recurría a la Silla Apostólica porque el rey de España, Felipe IV, no cuidaba de los misioneros que no eran enviados directamente por él mismo. En su escrito, el franciscano continuaba su argumentación aseverando la necesidad de tener el apoyo económico de la Sagrada Congregación porque nada se podía esperar del Rey de España. Como consecuencia, rogaba encarecidamente que se le concediese un sustento anual fijo al grupo de misioneros seleccionados para además evitar que los neófitos no recibiesen los sacramentos y que los párvulos quedasen sin el bautismo[43].

El franciscano era, sin duda, la voz de un sentir que compartían muchos otros, incluidas las autoridades romanas. Las guerras de Holanda tanto con Portugal como con España, y el ascenso del poder inglés, había generado un descenso en el envío de misioneros, que, sumado a las persecuciones periódicas y las difíciles relaciones con las autoridades asiáticas, amenazaban con echar a perder el esfuerzo evangelizador.

Sin embargo, la respuesta a su petición del secretario de Propaganda Fide Gerolamo Casanatta (1620-‍1700), fue un contundente no[44]. En aquellos momentos se libraba una batalla diplomática por el control de las misiones en Asia y había ciertas líneas rojas que claramente no se iban a cruzar. Aunque en el Seiscientos la acción misionera estaba fuertemente sujeta a las grandes órdenes religiosas y a las monarquías europeas apoyadas por la curia romana, la creación en 1622 de la Sagrada Congregación de Propaganda Fide había sin duda marcado el inicio de una nueva etapa. Su objetivo decidido de reorganizar las actividades misioneras, especialmente en China, se vio acompañado por la fundación de un nuevo cuerpo misionero en 1659, el de las Missions Etrangères de Paris (M.E.P.), la incorporación de Vicarios apostólicos y el envío a China de sus propios misioneros. Todo ello había generado el rotundo rechazo de las monarquías ibéricas y conflictos directos sobre el terreno, por lo que Ibáñez se movía en arenas movedizas. El franciscano era plenamente consciente de ello. Las noticias sobre Europa circulaban por China y unos y otros se hacían eco respondiendo con tratados y nuevas cartas ante las decisiones que se tomaban en Europa. Esta petición de Ibáñez a la Sacra Congregación refleja bien la posición a favor del papado que tenía el fraile al respecto. De hecho, el franciscano había recibido orden de Santa María de testificar a favor del pontífice romano en caso de que, en su estancia en Roma, fuese necesario defender su posición:

Digo pues, que si acaso allá en Roma oyere V[uestra] C[alidad] decir —que no sé si será ansí— que acá los missionarios de la China no quieren vengan estos otros S(eño)res Obispos, o otros missionarios apostólicos sive del clero, sive Regulares, los que la Silla Apostólica despachare, V[uestra] C[alidad] testifique con esta carta por parte de nuestra seráphica religión y por parte de los padres dominicos, que aquí conmigo están tres[45], que nosotros no somos de tal parecer ni oposición, sino que vengan los missionarios y obispos que Su Santidad y su S(anta) Sede embiare y acá hagan, averigüen, y executen lo que la suprema Cabeça y vice Christo in Terris, les ordenadre y mandare que hagan o deshagan[46].

La Congregación había negado la concesión al fraile de dicho subsidio y, por tanto, respetaba la jurisdicción de la Corona española sobre los franciscanos a pesar del intento del fraile de obviarla. Al mismo tiempo, sin embargo, la Congregación mandó carta al nuncio en España para que intercediese por Ibáñez ante el Consejo de Indias de cara a facilitarlos «cualquier limosna y subsidio caritativo» para el viaje[47].

No fue la única ayuda que recibió el franciscano. En la temporada que pasó en Roma resolviendo los negocios de la misión, recibió un especial apoyo del presidente de la Sagrada Congregación Francesco Barberini (1597-‍1679), quien el 22 de diciembre de 1667 escribía una misiva en nombre de la Sagrada Congregación al provincial de San Gregorio en Manila con el encargo de agregar sin impedimentos a la provincia a los misioneros que hubiese seleccionado Ibáñez. El cardenal pedía para Ibáñez que se los proveyese con el sustento necesario en igualdad de condiciones que el resto de los religiosos de la provincia[48]. Por otro lado, y aunque Santa María había permanecido en territorio chino, no dejó por ello de contribuir en la distancia a apoyar una causa que, en origen, había sido suya. El prefecto escribió al procurador general en Roma Antonio de Velasco para que por favor asistiera a Ibáñez en lo que pudiera si en algún momento el valenciano llegaba a Roma[49]. También envió la debida carta al ministro general de los seráficos, que en aquel momento era Alfonso de Salizanes y Medina (1617-‍1685), y además escribió a François Pallú para agradecerle su generosidad al haber sufragado el viaje de Buenaventura desde la India a Roma[50].

DE FRENTE AL PATRONATO REGIO: NUEVAS PETICIONES, NUEVAS CONCESIONES[Subir]

Tras las últimas negativas recibidas en Roma, Buenaventura Ibáñez puso rumbo a España resignado ante la inevitable negociación con la corona española. Corría el año 1668 y la Monarquía Hispánica estaba siendo regida por Mariana de Austria (1634-‍1696), que tomó las riendas del gobierno entre 1649 y 1665 ante la minoría de edad de su hijo Carlos. Según explica el fraile en su autobiografía:

Yo le pedí audiencia y, viéndome con ella, no quise que supiera que venía de Roma con missión despachado por la Sacra Congregación de Propaganda Fide; sí que le dixe que venía desta missión de China, donde teníamos fundado yglesias en distintas ciudades y villas con más de 4 mil cristianos, y para esto solo estávamos dos ministros, y assí pedía a su Magestad 8 ministros descalços de nuestro P. S. Francisco acá a costa de la real hazienda[51].

Como el valenciano mismo reconoce en su autobiografía —apareciendo así también en el memorial revisado por el Consejo de Indias conservado en el Archivo General de Indias[52]—, el fraile pidió un total de ocho religiosos. Ibáñez, que reconocía el perjuicio que podía suponer revelar sus negocios con las autoridades romanas, aprovechaba además la nueva ocasión para conseguir un religioso más, ya que la Sagrada Congregación el año antes le había concedido siete ministros y no ocho[53]. Por otro lado, y a pesar de que el franciscano señala en su autobiografía que cuidaban de cuatro mil cristianos en Shandong, en el memorial que el fraile presentó ante la corona aumentó la cifra a cinco mil cristianos con el probable objetivo de movilizar al consejo a su favor[54].

La reina remitió el asunto al Consejo de Indias y fue el Conde de Peñaranda —Gaspar de Bracamonte Guzmán y Pacheco de Mendoza (h. 1595-‍1676), presidente de dicho consejo—, quien recibió la petición de emitir un parecer al respecto. En fecha de 6 de noviembre de 1668 el consejo resolvió:

Que en consideración de que su celo es santo y grande el fruto que se saca destas misiones para la extensión y propagación de la religión católica en aquellos dilatados Reynos, y que desde el año del 49 no sean dado otras licencias a los religiosos desta orden, y que de los cinco que entonces la tuvieron han muerto tres, y de quanto agrado y servicio de Dios nuestro señor son todos los gastos de este género y que este es muy corto, será muy de la Real piedad y grandeza de Vuestra Magestad, hacer esta merced al suplicante[55].

Se le concedía el aviamiento necesario hasta llegar a México y de allí a las Islas Filipinas con orden del gobernador de ellas de que les diese despacho para el viaje a China sin ponerles ningún impedimento. Tras la petición del cálculo del coste de los misioneros se resolvió el 17 de noviembre de 1668 concederles un total de 172.500 maravedíes. Se incluía en este pago el viaje desde sus conventos a Sevilla a razón de siete reales por día a cada religioso. Se añadían también otros dos reales todos los días que se detuviesen en Sevilla a la espera del barco[56]. Tras el despacho del asunto en el Consejo, la reina finalmente firmaba la real orden el 29 de noviembre de 1668 concediendo el pasaje a los misioneros, dispensándole además por el hecho de que no hubiese seguido la vía oficial por Manila, Nueva España y Sevilla, como el oficial real dejaba escrito:

… no embargante que él aya venido de las Indias, y de lo provehido en contrario, cerca de que no pueden pasar a ellas los religiosos que huvieren venido de aquellas partes, que por esta vez y para quanto a esto, yo dispenso en ello, que assí es mi voluntad[57].

Sin duda Buenaventura Ibáñez había encontrado un clima muy favorable para la consecución de sus objetivos. La estrategia que Propaganda Fide había seguido tras las reticencias de las monarquías ibéricas a su intervención en Asia no había sido la del enfrentamiento directo con el monarca hispano, como se demostraba con la negativa a la petición del franciscano en Roma. De hecho, en su política de intervención en Asia la creación de los vicariatos era una fórmula que descartaba crear nuevas diócesis. Los vicarios apostólicos gobernaban en nombre del Papa, y estos cargos se distribuían equilibradamente entre diferentes órdenes religiosas y nacionalidades. Y, aunque el nombramiento de los vicarios le correspondía a Roma, tanto España, Portugal como Francia intentaron influir en los nombramientos para que sus candidatos fueran los elegidos[58]. Los representantes de la monarquía española eran conscientes de que el envío de nuevos misioneros bajo su patronazgo sin duda favorecía su posición ante la Santa Sede, que vería con buenos ojos la implicación de la regente en la expansión de la fe católica y tendría en cuenta a candidatos de origen español para futuros nombramientos.

No es de extrañar entonces, que, ante una nueva súplica de Buenaventura Ibáñez de que se les concediese una pensión anual, la reina aceptara de nuevo. En esta ocasión el franciscano argumentó su petición directamente basándose en que el rey Felipe IV había concedido «al Padre Luis Semedo de la Compañía de Jesús, de nación portugués, a petición suya en el año de 1640, o de 39, que todos los años de Real Caxa de la India Oriental se librasen 4 mil Reales de a ocho»[59]. Cantidad que, según él, todavía gozaban los padres de la Compañía. El fraile solicitaba que los franciscanos descalzos, que ejercían el mismo oficio apostólico, fuesen también socorridos de parte de la Real Caja de Manila «donde pasan suma pobreza sin tener quien allí los socorra»[60]. El franciscano se refería al portugués Álvaro Semedo (Zeng Dezhao, 曾德照) (1585/6-1658), que efectivamente había sido enviado como procurador a Europa en 1636 y había estado en la corte de Madrid en 1640 atendiendo varios negocios de la misión[61].

Siguiendo el habitual procedimiento, la reina pasó la consulta al Consejo de Indias el 12 de diciembre de 1668. El Consejo reconocía que en esos momentos no existía la facilidad que había habido años antes —en 1665, 1666 o 1667— para financiar pasajes a otros religiosos, y puntualizaba que el caso de Álvaro Semedo no era aplicable. No había papeles en el Consejo de Indias que pudiesen verificarlo puesto que dicha cuestión había sido tramitada por la Corona de Portugal[62]. La falta de recursos era reconocida, por lo que, ante la dificultad de librar todo el dinero de las arcas de la ciudad de Sevilla, aceptaban la petición y proponían que el dinero se librase de la Caja de México[63]. La reina aceptó y el 14 de enero de 1669 se emanó la Real Cédula para que los oficiales de Manila pagasen a Buenaventura Ibáñez o a la persona que tuviese un poder en su nombre, la cantidad que se hubiese dispuesto en México para tal fin «sin dilazión alguna, ni permitir se divierta en otros efectos»[64]. Quien debía decidir la cantidad era el virrey de Nueva España que en aquellos momentos era Antonio Sebastián de Toledo Molina y Salazar (1622-‍1715), II marqués de Mancera y grande de España, a quien se le pedía socorrer «con alguna congrua sufiziente, por el tiempo que le pareçiere, de efectos extraordinarios, que no salgan de la Real Hazienda»[65]. El dinero se debía remitir con el situado que se enviase a Filipinas desde la Nueva España.

Mientras estas negociaciones seguían su curso en las oficinas reales, el fraile gestionó también la elección de los misioneros que habrían de trabajar en China. Tal como estaba previsto, se encontró con el Ministro General de la Orden, Alfonso Salizanes, que ya había sido avisado por Santa María de la llegada del fraile. Ibáñez presentó la carta de la Sagrada Congregación y se despachó entonces orden a la provincia de San Juan Bautista de Valencia de hacer llegar la petición al ministro provincial y al definitorio que serían los que harían la selección final de los candidatos. Según se señala en la patente que firmó el propio Salizanes se ofrecieron «muchos a tan sancto ministerio»[66]. Y el criterio que él mismo señala fue el de buscar religiosos con buen espíritu y que se hubiesen ofrecido libre y espontáneamente[67]. Es probable que en el proceso Buenaventura hubiese respondido a las dudas por carta de los candidatos, aunque no hemos encontrado a lo largo de esta investigación pruebas documentales al respecto. Según explica Juan Martí, religioso que escribió una Relación sobre las misiones en China en 1702, en aquella ocasión la provincia convocó junta y se despachó una patente circular. Según explica el fraile, hubo setenta peticiones para unirse[68]. Es probable que la llamada a la misión incluyese también una carta exhortatoria, como nos queda constancia para el siglo XVIII. Un ejemplo lo aporta Juan Duárez, custodio de la provincia de San Gregorio de Filipinas, y cuyas palabras en 1784 pueden ayudarnos a entender la retórica que dominó la llamada a la misión:

Luego que me vi ligado a él [el yugo en el nombre del Señor] con los poderes y nombramiento para colectar en estos Reynos cerca de cien Religiosos, me acordé de aquel volcán ó espíritu de fuego, que invadió a San Francisco Xavier la primera vez que llegó a la India (…). El mismo Señor, que vino al mundo con espada en mano para vindicar los desafueros de la carne, y apartarla del espíritu (…) me envía a mi V(uestras) C(alidades) para que les diga, que en Imperio vastísimo de la gran China y la Tartaria tenemos sesenta Iglesias y muchos oratorios ocultos (…) muy copiosas christiandades; pero careciendo las más del pasto espiritual por falta de Ministros, los quales han entrado hasta ahora disfrazados de Sangleyes, por la persecución que ardía[69].

El fraile informaba de la situación para que nadie ignorara las condiciones de la misión. Y pedía «buena nota; de Religiosos mozos sin exceso, y sin que lleguen a viejos; y no solo los de mediana instrucción, sino muchos de carrera, carácter y tintura más que mediana en las ciencias, predicación, etc.[70]» Buenaventura también tenía claro el tipo de religioso que estaba buscando para China. Cuando en 1668 la Sagrada Congregación de Propaganda Fide le instó a rellenar un cuestionario sobre la misión en China el fraile no dudaba en afirmar sobre el tipo de religioso necesario para ese territorio:

Es necesario que el ministro apostólico aprenda la lengua general de aquel reino, a la que llaman mandarina, para que pueda predicar con ella y ser comprendido en todo el reino; y además cada provincia tiene su lengua particular. Tiene que aprender también las letras chinas para convencer a los literati con las sentencias de sus libros[71].

El nombre de los elegidos quedó escrito en la patente correspondiente firmada por el ministro general de la orden, e incluyó al padre Blas Domingo, predicador y lector en esos momentos de Teología, fray Juan Martí, predicador y lector en esos momentos de Artes, Ignacio Antonio Rossado, Francisco Peris de la Concepción, Juan Bautista Martínez y Juan de Jesús, todos ellos predicadores, y por último a Blas García, laico[72]. Con su incorporación, se abría un nuevo capítulo para las misiones franciscanas en China.

CONSIDERACIONES FINALES[Subir]

Los procuradores fueron una pieza clave en la estructura de las órdenes religiosas de la Edad Moderna. Su responsabilidad en la gestión de los asuntos materiales de las provincias — o las asistencias en el caso de la Compañía de Jesús—, era la base del sostenimiento de estas. Aunque Buenaventura Ibáñez no tenía el nombramiento oficial en calidad de procurador, actuó como tal debido al contexto en que se desarrolló su actividad misional. Hasta los años treinta del siglo XVII la misión China había sido una empresa deseada pero no ejecutada. La ruptura del monopolio jesuita sobre la evangelización en 1633 favoreció la fundación, en el período moderno, de la primera misión franciscana en China. Sin embargo, la escasez del número de franciscanos, que no pasó de tres en esos primeros momentos, hizo que la necesidad de una jerarquía interna y una administración particular careciera inicialmente de fundamento.

Sin embargo, la importancia del imperio chino en la estrategia colonial de las potencias europeas, el mandato de conversión universal católico, y el hecho de que la Compañía de Jesús con Matteo Ricci (1552-‍1610) a la cabeza hubiese alcanzado una importante notoriedad en los albores del siglo XVII, fueron factores clave que empujaron a Santa María Caballero a repensar la presencia franciscana en China en términos más expansivos. Además, la breve pero importante experiencia de este franciscano sobre el territorio y la conciencia de las características particulares que requería la misión en China —su extensión, situación geográfica, lengua y la idea extendida de que los chinos eran sujetos ideales de evangelización en contraposición con América— justificaron la necesidad de poner en valor el proyecto misional franciscano en ese territorio. Fue así como Buenaventura Ibáñez se convirtió en la práctica en procurador de ella. El valenciano acabó por ejercer de manera informal un tipo de procuración que los jesuitas habían instaurado con éxito tiempo antes: la del misionero que emprendía viaje de vuelta hacia Europa para informar a los superiores del estado de la misión, justificar sus acciones misionales, atraer el interés de las élites europeas por la misión, ayudar a financiarla y captar nuevos efectivos en sus lugares de origen. Al mismo tiempo, Buenaventura Ibáñez se convertía en un agente de intercambio de objetos y de información portando cartas, libros, cuadros, estampas, y noticias.

Atendiendo a los objetivos que se habían marcado Santa María Caballero y Buenaventura Ibáñez, su viaje a Europa se puede considerar exitoso. La travesía que separaba China de Europa era larga y peligrosa. Las tormentas, los naufragios, los ataques por mar y por tierra de bandidos y piratas o las enfermedades, eran el primer obstáculo al que tuvo que enfrentarse Ibáñez. Además, la falta de medios, especialmente en su viaje de ida, fue una presión añadida. Tras superar con éxito esta etapa y gracias a su labor negociadora, el misionero consiguió ocho nuevos ministros para la misión y la concesión de un subsidio anual de la Corona española. Se trataba de las dos cuestiones básicas a partir de las cuales era posible asentar la empresa franciscana en China: hombres y una fuente estable de financiación. La espinosa cuestión de los ritos, y el consecuente traslado de quejas, memoriales o tratados sobre ello a las autoridades romanas, parece que no formó parte del objetivo principal del viaje. El decreto de Inocencio X de 1645 que consideraba las ceremonias y ritos de los chinos como supersticiosas —tal como habían defendido Caballero y Morales—, ayudaría a explicar esta aparente calma. Sin embargo, sí formó parte de su agenda el hecho de dejar constancia de las trabas iniciales que les habían puesto los jesuitas[73]. Ya en sus últimos meses de estancia romana y antes de partir hacia Madrid, el fraile enviaba a la Sagrada Congregación de Propaganda Fide una relación sobre ello. En este documento explicaba la oposición frontal que habían tenido en su entrada en China en el año 1649 él y sus compañeros, cerrando así los asuntos a tratar en la ciudad eterna[74].

Buenaventura Ibáñez salió de China en 1662 y regresó diez años después. En Europa la Paz de Westfalia había transformado el mapa político con Portugal independizado y Francia y Holanda aumentando su influencia y presión sobre los Habsburgo. Mientras tanto en China los manchúes habían conquistado Pekín en 1644 y se iniciaba la transición Ming-Qing. Ibáñez había dejado a Caballero en Shandong metido de lleno en sus labores proselitistas. Pero, en pleno viaje de ida a Europa se enteraba de la reclusión en Cantón de todos los misioneros católicos a causa de un edicto imperial de prohibición del cristianismo en 1664. Y, en su viaje de vuelta, recibió la noticia de que su compañero había fallecido en 1669. Claramente la cristiandad que había dejado atrás en China no era la misma que la que se encontró a su vuelta. El mapa político también había cambiado en el Mar del Sur de China. A pesar de los continuos problemas que tuvo la Sagrada Congregación de Propaganda Fide para instaurar los vicariatos apostólicos, gradualmente se fue sintiendo su presencia, como refleja el encuentro de Ibáñez con François Pallu en la India. En Asia, el Padroado portugués especialmente, pero también el Patronato español, eran marcos que estaban empezando a ser cuestionados por el deseo de Roma de controlar las misiones. Su acercamiento al poder francés a través de la creación de las M.E.P. no haría sino añadir tensiones a un campo misional ya de por sí complejo, con individuos de diferentes nacionalidades que siempre se habían visto sometidos a una doble lealtad: aquella que debían como súbditos de las coronas europeas y las iglesias nacionales; y aquella inherente a cualquier religioso que se debía al papa como máximo representante espiritual de la cristiandad.

Durante su viaje a Roma Buenaventura Ibáñez se desenvolvió con soltura en la maraña de jurisdicciones, intereses, influencias y redes de poder que caracterizaban el eje Filipinas-Nueva España-Roma y Madrid. El recurso al disimulo, la manipulación retórica e incluso el engaño, formaban parte de la práctica cotidiana de quienes se movían en los diferentes entornos de poder imperiales[75]. En sus acciones el fraile parece tener muy claro los objetivos que le llevaban a Europa y no dudó en utilizar sus propios contactos, redes, e informaciones para salir airoso de determinadas circunstancias. Aunque dependía formalmente de la provincia de San Gregorio Magno de Filipinas, no comunicó su viaje a las autoridades provinciales escudado en el mandato de Santa María Caballero que, como prefecto apostólico, respondía directamente ante Roma. La entrada y salida de misioneros a Macao era motivo de constante conflicto, pero el franciscano tampoco dudó en dirigirse a esa ciudad, y salir de allí, en secreto. Además, tomó la ruta que entraba dentro del Padroado portugués, lo que suponía incumplir las directrices que se aplicaban tras las bulas alejandrinas.

Ya en Europa, y con el firme convencimiento de que el rey de España no estaba respondiendo a su deber de patrón de las misiones, el fraile fue directo a Roma e intentó recibir la protección económica directa de la Silla Apostólica. No obstante, la Sagrada Congregación, para evitar un conflicto diplomático, lo recondujo a Madrid para que negociase dichas concesiones con la reina Mariana de Austria atendiendo al marco del Real Patronato. La concesión de religiosos y la obtención del subsidio anual fueron dos éxitos del misionero que sin embargo no se explican sin entender las circunstancias del momento en las cortes de Roma y Madrid. El pontífice romano había optado por no enfrentarse directamente a los monarcas, pero tener de su parte a Ibáñez iba a favor de sus intereses. El misionero, además, les facilitó información con memoriales y cuestionarios que completó durante su estancia en Roma sobre las misiones en China. Dicha información era tremendamente valiosa de cara a la intervención papal en Asia. El fraile lo sabía y por eso ocultó en Madrid su viaje a Roma. Por otro lado, para la corona fue una oportunidad de reforzar su posición ante Roma para la negociación de los vicariatos. El embajador español ante la Santa Sede sin duda resaltaría este y otros casos de financiación de misioneros como ejemplo de la piedad y el celo religioso del monarca católico.

Además de estas concesiones el fraile había conseguido libertad absoluta en la elección de los candidatos de la misión, aspecto fundamental dentro de la política misional en Asia. Y, también, tener el poder de nombramiento de quien sería su sucesor en el rol de comisario dentro de la misión China[76]. Estas licencias eran otra batalla ganada de frente a las autoridades provinciales de Manila, que años más tarde el fraile utilizaría en su favor.

La siguiente etapa del misionero en China vendría marcada por su rol como viceprefecto apostólico, nombrado por Santa María Caballero a su muerte, y después como comisario provincial elegido por los sucesivos capítulos. Bajo su dirección, en los años sucesivos, la misión franciscana se extendió a seis nuevas provincias chinas en una etapa marcada por los conflictos jurisdiccionales europeos proyectados sobre Asia.

En definitiva, el viaje de Buenaventura Ibáñez fue un punto de inflexión dentro de la puesta en marcha de la misión franciscana en China. Las concesiones conseguidas sentaron unas bases relativamente sólidas para un proyecto que en las décadas siguientes se amplió y fue dando sus frutos[77]. Ibáñez, entre las sombras, consiguió ganarse las voluntades de las más altas instituciones de gobierno europeas para poder así conseguir el fin último que le había llevado en un origen a la misión: la conversión de los chinos.

Notas[Subir]

[1]

La labor de los jesuitas en la corte imperial o la construcción de la imagen de China en Europa son dos campos de estudios muy prolíficos que dan cuenta de ese interés por el intercambio cultural que ha dominado los estudios de Asia en Europa. Los numerosos estudios de Nicolas Standaert, Eugenio Menegon o Noël Golvers han contribuido sobradamente a construir estas líneas de investigación. Veáse entre otros: ‍STANDAERT, 2008; ‍2012. ‍GOLVERS, 2003. ‍MENEGON 1994; ‍2018. En España destacan obras como ‍SOLA, 2018. ‍OLLÉ, 2008. ‍RUBIÉS y OLLÉ, 2016.

[2]

Sobre esta cuestión existe una amplia tradición historiográfica. Aunque no es objeto de estudio de este trabajo, se puede indicar que dentro del período moderno han destacado de forma especial los estudios sobre la embajada inglesa de Macartney de 1793 en China o las embajadas holandesas de 1655, 1667 y 1795. También se le han dedicado numerosos trabajos al rol de los jesuitas en el Tratado de Nerchinsk en 1689 entre Rusia y China, así como a las relaciones diplomáticas del rey João V de Portugal, Luis XIV de Francia y Felipe II de los Habsburgo con las cortes de Kangxi, Yongzheng y Qianlong. Véase a mero modo de ejemplo ‍KEEVAK, 2017. ‍MENEGON, 2019: 11-‍26. Además, de parte del papado han sobresalido los estudios sobre las legaciones de los cardenales Tournon y Mezzabarba. Véase, entre otros muchos, RULE y VON COLLANI 2015; ‍2019. ‍ZHANG RUI 2019. ‍DI FIORE, 2013: 217-‍236. ‍FATICA, 2015: 187-‍234. Por otro lado, las embajadas en Europa desde Asia también han recibido la atención de los historiadores. Véase, entre otros, ‍ZHANG, 2011: 134-‍196.

[3]

Antonio de Santa María Caballero intervino en la querella de los ritos chinos, que fue un debate de tipo político, teológico, religioso y lingüístico que enfrentó a los católicos en China en los siglos modernos. Los temas de conflicto incluyeron fundamentalmente la ritualidad de los chinos, el culto a los antepasados y el Cielo y los términos utilizados para referirse a conceptos católicos. Además, Santa María dejó por escrito una extensa producción tanto en español como en chino y rápidamente se convirtió en una figura de referencia dentro del imaginario franciscano, de la que también se han hecho eco los historiadores y estudiosos. Destacaron también en estos años Pedro de la Piñuela, cuya producción en chino y su obra médica lo han convertido en referente de la misión china, y Francisco Peris de la Concepción, cuya labor de intercesión con el gobernador de Cantón Shang Zhixin (尚之信) (1636-‍1680) le ha situado como referente de la misión en la segunda mitad del siglo XVII. Veáse, entre otros, ‍MUNGELLO, 2001. ‍BUSQUETS, 2021: 285-‍316. ‍YE, 2017: 59-‍93. ‍CORSI, 2014: 117-‍148. ‍TORRES TRIMÁLLEZ, 2020: 155-‍171. ‍TORRES TRIMÁLLEZ, 2022.

[4]

La figura del procurador dentro de la Compañía de Jesús ha sido estudiada de forma sobresaliente a través de quienes ejercieron este rol. Para el siglo XVII han destacado, entre otros, los estudios sobre Nicolas Trigault (1577-‍1628), Álvaro Semedo (1585-‍1658), Martino Martini (1614-‍1661), Filippo Grimaldi (1638-‍1712) y Philippe Couplet (1623-‍1693). Véase, entre otros, ‍LAMALLE, 1940. ‍PINA, 2017: 90-‍103. ‍FREI, 2018: 81-‍102. ‍RUSSO, 2016: 95-‍112. Destaca también el trabajo de Menegon sobre los procuradores en Macao de Propaganda Fide. ‍MENEGON, 2018: 30-‍69.

[5]

‍EBBEN y SICKING, 2020. ‍BUSQUETS, 2020a: 169-‍189.

[6]

Para conocer las diversas expediciones e intentos de entrada de los franciscanos véase ‍CERVERA, 2014: 425-‍446. ‍FOLCH, 2019: 203-‍226; ‍2021: 233-‍257.

[7]

Para profundizar sobre la vida y acciones de Antonio Santa María Caballero véase ‍BUSQUETS, 2021: 285-‍316.

[8]

GÓMEZ, 1885: 252. Para la biografía de este misionero véase también MARTÍ, 1702. ‍ALCOBENDAS, 1933: 265-‍319. ‍MARTÍNEZ, 1756, Libro segundo, cap. XXXI: 85-‍90. ‍HUERTA, 1865: 515-‍517.

[9]

IBÁÑEZ, Relación de mi nacimiento y vida hasta el día y año presente de 1690, 31 marzo 1690, en ‍ALCOBENDAS, 1933: 228.

[10]

IBÁÑEZ, Relación de mi nacimiento y vida hasta el día y año presente de 1690, 31 marzo 1690, en ‍ALCOBENDAS, 1933: 229.

[11]

El fraile refiere en su autobiografía la llegada de un decreto del papa Urbano VIII —que finalmente no fue admitido por el monarca Felipe IV— que impediría dar nuevos hábitos a las órdenes durante diez años, lo que le obligó a abandonar los estudios y tomar inmediatamente el hábito. IBÁÑEZ, Relación de mi nacimiento y vida hasta el día y año presente de 1690, 31 marzo 1690, en ‍ALCOBENDAS, 1933: 230.

[12]

Petición del franciscano Martín de Santiago presentando lista, Archivo General de Indias, Sevilla (AGI), Filipinas, 85, N. 100.

[13]

El cronista Domingo Martínez sostiene que llegó a Filipinas en 1644. ‍MARTÍNEZ, 1756, Libro segundo, cap. XXXI: 86.

[14]

‍MARTÍNEZ, 1756, Libro segundo, cap. XXXI: 86.

[15]

Para conocer el punto de vista de Santa María Caballero sobre estos años véase ‍BUSQUETS, 2021: 300-‍309.

[16]

‍BUSQUETS, 2021: 300-‍309.

[17]

IBÁÑEZ, Epístola ad Provincialem, 23 oct. 1660, en ‍WYNGAERT, 1936: 44.

[18]

IBÁÑEZ, Relación de mi nacimiento y vida hasta el día y año presente de 1690, 31 marzo 1690, en ‍ALCOBENDAS, 1933: 232-‍233.

[19]

Véase, por ejemplo, SANTA MARÍA, Epístola ad P. Sebastianum Rodriguez, 25 dec. 1660, en ‍WYNGAERT, 1933: 499. SANTA MARÍA, Epístola ad Em. Cardinales S. Congr., P.F., 29 mart. 1662, en ‍WYNGAERT, 1933: 500-‍501.

[20]

A pesar de haber optado por la vía directa de ir a Roma, tanto Santa María como Ibáñez continuaron pidiendo nuevos efectivos a la provincia de San Gregorio. Ibáñez, ya estando en Macao, escribía a la provincia diciendo: «Para sustentar esta nueva iglesia i aumentarla nescesita[mos] de ser socorridos para el gasto necesario […] [Si] fuera posible que enviarlo por acá hum par de ministros idóneos, p[ara apren]der lingoas e pasar traboyos [trabajos], por amor de Dios». IBÁÑEZ, Epístola ad P. Sebastianum Rodriguez, 30 ian. 1664, en ‍WYNGAERT, 1936: 52.

[21]

IBÁÑEZ, Nova petitio ad S.C.de P.F., Romae Februario vel martio 1668, en ‍MENSAERT, 1965: 47-‍48.

[22]

IBÁÑEZ, Relación de mi nacimiento y vida hasta el día y año presente de 1690, 31 marzo 1690, en ‍ALCOBENDAS, 1933: 232-‍236.

[23]

Fue nombrado el 20 de abril de 1643, aunque el franciscano lo recibió en Manila el 20 de julio de 1648. ‍MARGIOTTI, 1995: 994 n. Véase también ‍MENSAERT, 1965: 44, n.º 4.

[24]

SANTA MARÍA, Patente (sic) Patris Fr. Bonaventurae Ybañez mission in Romam, die 4 Aprilis anno Domini 1662. SANTA MARÍA, Patente ad iterandum usque Curiam ad praesentiam Superiorum Ordinis nostril, die 5 Aprilis anno Domini 1662, en ‍PÉREZ, 1917: 205-‍206.

[25]

IBÁÑEZ, Relación de mi nacimiento y vida hasta el día y año presente de 1690, 31 marzo 1690, en ‍ALCOBENDAS, 1933: 236.

[26]

IBÁÑEZ, Risposta a le dimande che la SS. Congregatione de Fide Propaganda mi fa circa la missione de China. An 1668, en ‍WYNGAERT, 1936: 64. Cae enfermo el 14 de diciembre de 1663. ‍MENSAERT, 1965: 43.

[27]

IBÁÑEZ, Relatio itineris Macao in Roman, 1667, en ‍MENSAERT 1965: 41.

[28]

IBÁÑEZ, Relatio itineris Macao in Roman, 1667, en ‍MENSAERT 1965: 42.

[29]

IBÁÑEZ, Relación de mi nacimiento y vida hasta el día y año presente de 1690, 31 marzo 1690, en ‍ALCOBENDAS, 1933: 237-‍238. Durante el tiempo que pasó en Roma, Buenaventura se hospedó en el convento Santa María en Aracoeli donde residían los procuradores y comisarios generales. IBÁÑEZ, Relatio itineris Macao in Roman, en ‍MENSAERT, 1965: 43.

[30]

IBÁÑEZ, Relatio itineris Macao in Roman, 1667, en ‍MENSAERT, 1965: 43.

[31]

«… cheche essendo tanto lungo il viaggio et il ricorso difficile a Roma». IBÁÑEZ, Litterae supplices ad S.C. in favorem misssionis sinicae, Roma mense novembri 1667, en ‍MENSAERT, 1965: 44.

[32]

En el día de ingreso en la confraternidad, in articulo mortis, y en algunas de las fiestas más señaladas del año. También suplica alguna indulgencia para los que recitasen la corona de la Virgen. IBÁÑEZ, Litterae supplices ad S.C. in favorem misssionis sinicae, Roma mense novembri 1667, en ‍MENSAERT, 1965: 45.

[33]

El Agnus Dei hace referencia a unos discos de cera impresa con la figura de un cordero en la faz y otras figuras en el reverso —generalmente de santos o con el escudo y armas del papa. Estos objetos eran bendecidos por el papa en una ceremonia especial y por tanto tenían la consideración de reliquias. Se guardaban como objetos devocionales, aunque también era habitual que los fieles los llevasen colgados en el cuello. IBÁÑEZ, Relación de mi nacimiento y vida hasta el día y año presente de 1690, 31 marzo 1690, en ‍ALCOBENDAS, 1933: 238.

[34]

IBÁÑEZ, Litterae supplices ad S.C. in favorem misssionis sinicae, Roma mense novembri 1667. ‍MENSAERT, 1965: 45-‍46.

[35]

«... providendum pro nunc censuit, si ex Provincijs Beati Petri de Alcantara sex religiosi sacerdotes cum laico illuc transmittantur». Firmada en Roma el 17 de diciembre de 1667 por el Cardenal Francesco Barberini. ‍PÉREZ, 1917: 212.

[36]

‍PÉREZ, 1917: 212.

[37]

Decretum Sacrae Congregacionis generalis de Propaganda Fide, 28 Dezembris 1667, en ‍PÉREZ, 1917: 214.

[38]

«... dummodo ita necessitas urgeat, ut aliter eorum necesitatibus consulere non possint». Decretum Sacrae Congregacionis generalis de Propaganda Fide, 28 Dezembris 1667, en ‍PÉREZ, 1917: 214.

[39]

IBÁÑEZ, Litterae supplices ad S.C. in favorem misssionis sinicae, Roma mense novembri 1667, en ‍MENSAERT, 1965: 45.

[40]

El Annales Ordinis minorum, fue una de las obras más destacadas de este teólogo. Publicado en Lyon entre 1625 y 1654, comprendía una historia de la Orden Franciscana en ocho volúmenes, https://dbe.rah.es/biografias/70834/luke-lucas-wadding.

[41]

SANTA MARÍA, Epístola ad Bonaventuram Ibañez, 15 octobris 1666, en ‍MARGIOTTI, 1995: 999.

[42]

En una petición previa pedía que la selección no tuviese que pasar por vía del nuncio apostólico en España. Véase IBÁÑEZ, Supplicatio ad Cardinales S.C, Romae Iuanario 1668, en ‍MENSAERT, 1965: 46.

[43]

«Notum est S. Congri quod rex Hispaniae non curat de missionariis quos ipse non assignavit nec decrevit mittere in aliquam missionem, in providendo eis de sumptibus necessariis ad [in] eam perveniendum et in illa se sustentandum (…) ob quod defectum multi neophyti sine dictes sacramentis obeunt et parvuli sine baptismo». IBÁÑEZ, Nova petitio ad S.C.de P.F., Romae Februario vel martio 1668, en ‍MENSAERT, 1965: 47.

[44]

‍MARGIOTTI, 1958: 398, n.º 122.

[45]

Santa María se refiere a Domingo Fernández de Navarrete (1610-‍1686), Felipe Leonardo (1627-‍1677) y Domenico Sarpetri (1623-‍1683). El franciscano escribía desde su encierro en Cantón como consecuencia de la expulsión de todos los misioneros de China tras el llamado Caso del Calendario (liyu, 曆獄) (1664-‍1669).

[46]

SANTA MARÍA, Epístola ad Bonaventuram Ibañez, 15 octobris 1666, en ‍MARGIOTTI, 1995: 997-‍998.

[47]

Citado por ‍MARGIOTTI, 1958: 399.

[48]

Carta del arzobispo Francisco Bustirino en nombre de la Sagrada Congregación al Provincial de la de San Gregorio, Roma 22 Diciembre de 1667, en ‍ALCOBENDAS, 1933: 213.

[49]

«Si praedictus P Fr Bonaventura Ybañez Romam pervenerit, supplico Vae Patti dignetur eum adiuvare in negotiis sibi commendatis, donec Deo volente revertat in Sinam». SANTA MARÍA, Epístola ad procuratorem Generalem, 18 octobris 1666, en ‍MARGIOTTI, 1995:1015.

[50]

SANTA MARÍA, Epístola ad Illmum d. Franciscum Pallu, Cantone 16 octobris 1666, en ‍MARGIOTTI, 1995: 1004-‍1005.

[51]

IBÁÑEZ, Relación de mi nacimiento y vida hasta el día y año presente de 1690, 31 marzo 1690, ‍ALCOBENDAS, 1933: 238-‍239.

[52]

Memorial de Buenaventura Ibáñez, religioso descalzo de la orden de San Francisco de la provincia de San Juan Bautista del reino de Valencia pidiendo llevar a la misión de la gran China siete religiosos y un lego, sin fecha, AGI, Filipinas 4, N. 52.

[53]

IBÁÑEZ, Relación de mi nacimiento y vida hasta el día y año presente de 1690, 31 marzo 1690, en ‍ALCOBENDAS, 1933: 236.

[54]

Memorial de Buenaventura Ibáñez, religioso descalzo de la orden de San Francisco de la provincia de San Juan Bautista del reino de Valencia pidiendo llevar a la misión de la gran China siete religiosos y un lego, sin fecha. AGI, Filipinas 4, N. 52. En una carta suya de 30 de enero de 1664 a Manila señalaba, por el contrario, que la cristiandad era de tres mil cristianos. IBÁÑEZ, Epístola ad P. Sebastianum Rodriguez, 30 ian. 1664, en ‍WYNGAERT 1936: 52.

[55]

Consulta sobre pase de franciscanos a China, 6 noviembre 1668, AGI, Filipinas 2, N. 263.

[56]

Debía estar certificado por el superior calculando ocho leguas por día. Oficio de Alonso Fernández de Lorca a los contadores de cuentas del Consejo para que informen de la cantidad que importa el aviamiento para China de ocho religiosos franciscanos, Madrid,17 y 20 de noviembre de 1668, AGI, Filipinas 2, N. 263.

[57]

Real orden concediendo pasaje al P. Buenaventura Ibáñez y a sus compañeros de Misión para pasar a las islas Filipinas y de allí a la China, Madrid, 29 de noviembre 1668, en ‍PÉREZ, 1917: 214.

[58]

Recordemos que el Patronato español y el Padroado portugués implicaba el control de los nombramientos de los obispos y podían elegir entre candidatos de su nación.

[59]

Memorial de Buenaventura Ibáñez pidiendo de la caja de Manila para mantener anualmente a los franciscanos que van a China la misma cantidad que se concedió al jesuita portugués Luis Samedo, con duplicado, AGI, Filipinas 2, N. 265.

[60]

Memorial de Buenaventura Ibáñez pidiendo de la caja de Manila para mantener anualmente a los franciscanos que van a China la misma cantidad que se concedió al jesuita portugués Luis Samedo, con duplicado, AGI, Filipinas 2, N. 265.

[61]

‍PINA, 2017: 94 y nota 21. Este misionero fue nombrado procurador de la misión jesuita china en 1636. Su labor de procurador se vio acompañada de su faceta como escritor. Escribió una relación sobre la estela nestoriana de Xi’an y su obra «Imperio de la China…» gozó de gran popularidad no solo en su propia época sino en la tradición sinológica posterior.

[62]

Consulta del Consejo de Indias dando cuenta de que el socorro que refiere Buenaventura Ibáñez del padre Luis Samedo correspondía a la corona de Portugal proponiendo que se encargue al virrey de México, AGI, Filipinas 2, N. 265.

[63]

Consulta sobre pagar en México a franciscanos de China, 3 diciembre 1668, AGI, Filipinas 2, N. 264.

[64]

Real Cédula por la que se manda a los Oficiales Reales de Manila que atiendan a la sustentación de los Franciscanos misioneros de China con la cantidad que pareciere conveniente al Virrey de Méjico, Madrid 14 enero de 1669, en ‍PÉREZ, 1917: 217-‍219.

[65]

Real Cédula por la que se manda a los Oficiales Reales de Manila que atiendan a la sustentación de los Franciscanos misioneros de China con la cantidad que pareciere conveniente al Virrey de Méjico, Madrid 14 enero de 1669, en ‍PÉREZ, 1917: 218.

[66]

Patente del Ministro General de la Orden, incorporando a los religiosos que se nombran a la Provincia de San Gregorio, Madrid, 17 de Diciembre de 1668, en ‍PÉREZ, 2017: 216.

[67]

Patente del Ministro General de la Orden, incorporando a los religiosos que se nombran a la Provincia de San Gregorio, Madrid, 17 de Diciembre de 1668, en ‍PÉREZ, 2017: 216.

[68]

MARTÍ, Magna relatio seraphicae missionis, Lumbán, 1702, en ‍MENSAERT, 1965:726.

[69]

DÚAREZ, Carta exhortatoria de Fr. Duarez de la regular y mas estrecha observancia de NSPS Francisco…, AGI, Filipinas, 1054A. Véase también Carta exhortatoria a los religiosos de España para que vayan a auxiliar a los religiosos en misiones, Archivo Franciscano Ibero-Oriental, Madrid (AFIO) 68/12 y PINEDA, Exhortación informativa, remitida a España con el fin de animar a los religiosos a que vengan a Filipinas. Manila 1703, AFIO 7/13.

[70]

DÚAREZ, Carta exhortatoria de Fr. Dúarez de la regular y más estrecha observancia de NSPS Francisco…, AGI, Filipinas, 1054.

[71]

«He necesario che ‘l ministro apostolico impare la lingua generale de quel regno, allá quale chiamano mandarina, acioque con essa possa predicare et essere intesso per tutto il regno; e di piu ogni una provincia tiene la sua particolare lingua. Ancora debe imparare le letere chine per convincere a li litterati con le sententie de suoi libri». IBÁÑEZ, Risposta a le dimande che la SS. Congregatione de Fide Propaganda mi fa circa la missione de China, 1668, en ‍WYNGAERT, 1936: 59.

[72]

Patente del Ministro General de la Orden, incorporando a los religiosos que se nombran a la Provincia de San Gregorio, Madrid, 17 de diciembre de 1668, en ‍PÉREZ, 1917: 215-‍216.

[73]

Véase, en este mismo dossier, la contribución de Busquets.

[74]

IBÁÑEZ, Brevis relatio de oppositionibus in Sinis toleratis, Romae 28 ianuarii 1669 en ‍MENSAERT, 1965: 75- 94. ‍WYNGAERT, 1936: 49-‍50.

[75]

Véase, sobre la cuestión del disimulo en el contexto de los siglos modernos ‍PÉREZ ZAGORÍN, 1990: 1-‍14.

[76]

SALIZANES, Facultad dada por el Ministro General de la Orden al P. Ibáñez para poder nombrar otro Comisario en su lugar, Madrid 21 de diciembre de 1668, en ‍ALCOBENDAS, 1933: 249.

[77]

Véase ‍TORRES TRIMÁLLEZ, 2022.

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