Resumen

Desde las instituciones europeas se nos recuerda que son muchas las mujeres que han coadyuvado al proceso de construcción europea y las que siguen trabajando en pro de la Europa comunitaria, y, en ese esfuerzo por reconocer su aportación han dejado de referirse exclusivamente a «los padres de Europa» para aludir a los pioneros y pioneras en dicha tarea. Sin embargo, son muy escasos los estudios que visibilizan el papel de dichas pioneras, especialmente para el caso español. No obstante, no faltaron escritoras entre los intelectuales nacionales del periodo de entreguerras que reflexionaron sobre Europa, que atisbaron en ella un modelo para modernizar España y que entendieron que tanto una como otra compartían un mismo destino. En este sentido, en el presente artículo, revindicamos la figura de María Zambrano como europeísta y como pionera entre quienes miraron a Europa desde la España de la primera mitad del siglo XX. Para ello nos servimos de las obras de los más destacados pensadores del momento que se ocuparon de Europa, especialmente José Ortega y Gasset, Salvador de Madariaga y la propia María Zambrano, utilizando como método de trabajo el análisis del discurso y aplicando un enfoque de género.

Palabras clave: europeísmo; María Zambrano; mujeres y Europa; «madres de Europa»; historia de la construcción europea; historia de las mujeres.

Abstract

We are reminded by the European institutions that many women have contributed to the European construction process and continue to work on behalf of the community of Europe. In an effort to recognize their contribution and to include both the men and the women who pioneered this process, the term “Fathers of Europe” is no longer used. Yet there are very few studies that give visibility to the role of these women pioneers, especially where Spain is concerned. In fact, there was no shortage of female writers among Spanish intellectuals of the interwar period who reflected on Europe and saw in it a model to modernize Spain, understanding that both shared the same destiny. This article pays tribute to the figure of María Zambrano as a Europeanist and a pioneer who looked from Spain towards Europe in the first half of the twentieth century. Using discourse analysis and applying a gender perspective, we draw on works by some of the most outstanding thinkers of the day who focused on Europe, in particular José Ortega y Gasset, Salvador de Madariaga and María Zambrano herself.

Keywords: Europeanism; María Zambrano; women and Europe; “Mothers of Europe”; history of European construction; women’s history.

Recibido / Received: 22/03/2021; Aceptado / Accepted: 02/06/2022; Publicado en línea / Published online: 30/06/2023

Cómo citar este artículo / Citation: Pando Ballesteros, María de la Paz, «La presencia femenina en los orígenes del proceso de construcción europea. María Zambrano como pionera en el europeísmo español», Hispania, 83/273 (Madrid, 2023): e009. https://doi.org/10.3989/hispania.2023.009.

SUMARIO
  1. Resumen
  2. Abstract
  3. INTRODUCCIÓN
  4. LAS MUJERES EN LOS ESTUDIOS SOBRE EUROPA. BREVE ESTADO DE LA CUESTIÓN
  5. LA IDEA DE EUROPA EN LA INTELECTUALIDAD ESPAÑOLA DURANTE LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX
  6. EL EUROPEISMO DE MARÍA ZAMBRANO
  7. CONCLUSIÓN
  8. Notas
  9. BIBLIOGRAFÍA

INTRODUCCIÓN[Subir]

Ante la ausencia de estudios que visibilicen el papel de las mujeres en la construcción de la Europa unificada, especialmente para el caso español, este trabajo pretende poner en valor el europeísmo de María Zambrano e incluirla en la nómina de los intelectuales españoles considerados como los promotores del pensamiento europeísta, basándonos para plantear esta hipótesis en la profunda preocupación que Zambrano manifestó, de forma muy temprana, por los problemas que afectaban a Europa y que centró una parte fundamental de su obra. Del mismo modo, reflexionó sobre el significado de la idea de Europa, planteó dónde se encontraba la esencia común que servía de nexo entre los distintos países europeos y propuso una alternativa propia a la crisis por la que pasaba durante el periodo de entreguerras. Planteamientos y propuestas que también hacían, por los mismos años, reconocidos intelectuales españoles del momento que son considerados por ello los precursores de la idea de Europa en nuestro país.

Por otro lado, el planteamiento zambraniano sobre Europa distancia a su autora del papel de aquellas otras españolas que, durante la primera mitad del siglo XX, traspasaron las fronteras nacionales para encontrar en Europa el modelo para modernizar nuestro país y favorecer su desarrollo, e incluso de aquellas que trabajaron en pro de determinados derechos y libertades bien desde el lugar que ocupaban en la política nacional, o en los diferentes organismos internacionales desde los que pusieron voz a diversos colectivos pero sin mostrar interés alguno por la realidad europea, ni plantear la posibilidad de encontrar en ella una respuesta a las demandas que estaban presentando en otros foros, ni tampoco valoraban la posibilidad de una identidad común europea. Estas características marcan la distancia, en nuestra opinión, entre la postura de María Zambrano y la de otras destacadas españolas de la época.

Como podrá verse a lo largo del trabajo, para justificar nuestra hipótesis hemos utilizado, en perspectiva comparada, las publicaciones de María Zambrano y las de los más relevantes pensadores españoles reconocidos como europeístas, caso de José Ortega y Gasset y Salvador de Madariaga, así como las de algunas escritoras españolas, coetáneas a los autores señalados, con diferentes inquietudes y reivindicaciones, pero sin pretensiones europeístas, a nuestro modo de ver.

Dichas obras, analizadas de forma crítica, nos ponen sobre la pista del pensamiento de sus autores. Para ello es preciso averiguar las ideas que subyacen a los escritos, así como las causas explicativas de aquello que está implícito y los motivos que lo provocan, además de cuestionar los aspectos que se presuponen o los que se omiten, siguiendo las propuestas de Foucault y de Teun van Dijk[1] en lo que consideran como la problematización del discurso. El análisis del discurso ofrece considerables posibilidades epistemológicas y heurísticas, descubriendo a través de esta categoría analítica cómo se establecen y reproducen las estructuras sociales y epistemológicas para poder combatirlas a través de los textos, convertidos, en nuestro caso, en las fuentes primarias de la investigación.

Dicho método presta atención a diferentes tipos de estructuras del discurso[2] pudiéndose identificar tanto al sujeto o sujetos emisores, en su subjetividad social, invitando al investigador a plantearse, de este modo, quién habla y desde dónde, es decir el lugar social desde el que lo hace, aspecto imprescindible a la hora de entender e interpretar el pensamiento de quien enuncia una idea, distinguiendo, además, entre los «significantes», en nuestro caso qué se entiende por Europa cuando tal término es utilizado por Zambrano o por el resto de los intelectuales, y atendiendo a la polivalencia significativa de dichos significantes en función del contexto sociocultural y temporal en que se producen y de las ideologías de las y los emisores y receptores, dado que la potencial variación de significados de unos mismos significantes no depende exclusivamente de la intención del emisor/a, sino que influyen las convenciones sociales vigentes en la cultura o en el entorno en que este se transmite, obligando a analizar y conocer bien el contexto sociocultural de producción y recepción del discurso, así como la concatenación de significantes. No puede omitirse tampoco, la interpretación que de los mismos realiza el receptor motivada por las interferencias, malentendidos, distorsiones[3], etc.

Trataríamos, en suma, de no reducirnos a un análisis de contenido de las fuentes, sino de alcanzar lo que Foucault llama genealogía del saber y del poder[4].

Todo ello en el marco de la historia de las mujeres y del género que, como es sabido, se ha consolidado como campo de investigación, contribuyendo a un mejor conocimiento del pasado. Consideramos el género como una categoría analítica útil para el análisis histórico, siguiendo la interpretación y la propia terminología de Joan Scott cuya primera versión de su conocido artículo aparecía publicada en la Universidad de Oxford en 1986 y traducida al español unos años después[5].

Para Scott el género representaba un elemento constitutivo de las relaciones sociales, basadas en las diferencias entre los sexos, y una forma primaria de relaciones de poder, aunque ya con anterioridad se había empezado a emplear el término «género» como rol asignado determinante de las relaciones entre mujeres y hombres, proporcionando su uso crítico categorías analíticas nuevas y cambios metodológicos que transforman los paradigmas históricos tradicionales.

No obstante, la propia Joan W. Scott criticaría, a finales de la década de los noventa del siglo pasado, que el uso y significado de la categoría se hubiera generalizado hasta su banalización al aplicarse como una categoría cerrada en el estudio de todo lo relativo a la mujer o bien en las diferencias entre las categorías de hombre y mujer, sin mayor explicación y sin atender a las diferentes matizaciones que dicha categoría puede ofrecer en función de las circunstancias históricas, culturales o nacionales. Al debate generado al respecto no han dejado de contribuir las historiadoras poscoloniales, así como quienes sostienen que el binarismo de opuestos ha dominado el concepto, y, de forma reciente, también se ha incorporado la historiografía española[6].

Desde el citado enfoque, nuestro trabajo pretende contribuir a un mejor conocimiento de la Historia de las mujeres en Europa, tratando de visibilizar su contribución al pensamiento sobre la idea de Europa y a la gestación del proceso de construcción europea para paliar el desconocimiento existente, especialmente para el caso español, sobre las aportaciones femeninas al respecto.

LAS MUJERES EN LOS ESTUDIOS SOBRE EUROPA. BREVE ESTADO DE LA CUESTIÓN[Subir]

El estudio del proceso de construcción europea ha llamado la atención de los historiadores desde fechas muy tempranas, incorporando en sus análisis diferentes aspectos y temáticas que contribuyen a entender dicho proceso en toda su complejidad[7]. Esta línea de investigación sigue gozando de plena actualidad, no solo por las tensiones entre los socios comunitarios, o entre alguno de ellos y la propia organización internacional, sino por la problemática que ha entrañado su progresiva ampliación[8], así como por los desafíos a los que se enfrenta en este primer tercio del siglo XXI[9]. En los últimos años, las conmemoraciones de los diferentes acontecimientos que fueron dando lugar a la Europa comunitaria han favorecido la aparición de numerosas publicaciones que reflexionan sobre la misma.

En este sentido, cabe destacar la aparición de obras colectivas como la promovida en 2018 por el Movimiento Europeo[10], con motivo del setenta aniversario del Congreso de La Haya, celebrado en mayo de 1948, y del sesenta aniversario de los Tratados de Roma, de marzo de 1957. Por su parte, en 2020 se cumplían el septuagésimo aniversario de la «Declaración Schuman», del 9 de mayo de 1950, y el trigésimo quinto aniversario de la firma del Tratado de Adhesión de España a las Comunidades Europeas, propiciando que la Revista Historia y política dedicara el monográfico correspondiente a su número 44[11] al análisis de diferentes aspectos de la Unión Europea, bajo la coordinación del Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Valladolid, Guillermo Pérez Sánchez, que, a su vez, ha dirigido el libro colectivo «La Unión Europea al cumplirse los 70 años de la Declaración Schuman (1950-‍2020)», recientemente aparecido y editado por el Instituto Universitario de Estudios Europeos de la Universidad de Valladolid[12].

Todas estas obras presentan una evolución histórica del proceso de integración, algunas incluso una revisión de las distintas propuestas europeístas, no siempre comunitarias, que se plantearon en los prolegómenos de dicho proceso, para abordar posteriormente la dimensión normativa, económica, social, internacional, institucional, las perspectivas de futuro, etc., así como los numerosos retos que se le presentan a la organización y que van desde la evolución del antieuropeísmo y la propia desconfianza hacia el futuro de la Unión Europea hasta las transgresiones de algunos países a los valores fundamentales comunitarios. Sin embargo, en ninguna de las numerosas obras existentes sobre el tema, ni en las obras clásicas ni en las más recientes, se aborda la aportación de las mujeres al proceso de construcción europea[13].

No faltan voces que denuncian el escaso interés que la investigación histórica ha prestado a los artífices de la Europa comunitaria frente a cuestiones como los acuerdos políticos, los tratados de anexión, las estructuras institucionales o las dimensiones económicas. Sin embargo, aunque disponemos de trabajos relativos a tales protagonistas, e incluso de las propias memorias de algunos de los padres fundadores de Europa, como las de Jean Monnet, Robert Schuman, Konrad Adenauer, Alcide de Gasperi, así como de los intelectuales e ideólogos que reflexionaban sobre Europa con anterioridad a la puesta en marcha del propio proceso integrador, estas obras tampoco arrojan luz sobre las potenciales mujeres que pudieran haber estado presentes de uno u otro modo. Ni siquiera en las investigaciones dedicadas a los intelectuales y pensadores considerados pioneros europeístas aparecen mujeres, especialmente en el caso de España, como reflejan algunas publicaciones de referencia[14].

Por supuesto, conocemos la historia de las mujeres en Europa[15] y en los diferentes países europeos, y cómo ha evolucionado el reconocimiento de sus derechos y la igualdad, e incluso el impulso de la Unión Europea al mismo[16], de lo que carecemos es de estudios sobre las aportaciones femeninas en su puesta en marcha y evolución.

En este sentido, resulta de gran interés la obra dirigida, en el año 2000, por Pilar Ballarín[17], en ese momento coordinadora de la Red de Estudios de las Mujeres del Programa Erasmus/Sócrates de la Comisión Europea, en la que especialistas de diferentes países europeos abordaron el estatus legal, social, cultural, y laboral de las europeas comunitarias desde una perspectiva comparada. Especialmente interesante resulta el capítulo quinto de dicha obra, en el que se analiza la situación de las mujeres en la política en varios países, ofreciendo una visión general de los problemas y retos que han tenido que superar en la correspondiente vida política nacional, así como las posibilidades y estrategias que han desarrollado para transformar la política e influir en la toma de decisiones. Sin embargo, no aborda su participación y presencia en la política e instituciones comunitarias.

El propio trabajo de Pilar Folguera[18], ya citado, que analiza los proyectos e ideas sobre Europa de varios países durante el período de entreguerras, así como los primeros movimientos europeístas que se articularon, después de la II Guerra Mundial, en torno al Movimiento Europeo tampoco menciona a ninguna mujer. Parece necesario, por tanto, promover investigaciones destinadas a llenar los vacíos existentes en este campo y visibilizar el compromiso de las mujeres con Europa.

LA IDEA DE EUROPA EN LA INTELECTUALIDAD ESPAÑOLA DURANTE LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX[Subir]

Como es sabido, la reflexión sobre Europa y la idea de la necesidad de su unidad no surgió como consecuencia de la Primera Guerra Mundial, aunque el periodo de entreguerras fuera especialmente prolífico en cuanto a ideas, proyectos y defensores de la unidad tanto desde un punto de vista intelectual como político. España no fue ajena a tales debates ni antes ni después del conflicto y nadie duda en citar entre los artífices de las primeras propuestas europeístas españolas a figuras como Salvador de Madariaga o José Ortega y Gasset, cuya interpretación de la Generación del 98 como símbolo de la «europeización de España» permitió recuperar el legado europeísta de pensadores como Ganivet, Costa o el propio Unamuno[19], que, pese a las contradicciones del último, ya proponían en sus obras el acercamiento de España a Europa como medio para promover la renovación y la modernización del país, así como para abandonar el localismo que lo atenazaba y marcaba su decadencia.

También para Ortega Europa era entendida como sinónimo de modernidad[20]. Su conocimiento directo del modo de vida, de los avances científicos y técnicos europeos, así como de su pensamiento representaban para el filósofo madrileño un instrumento para la regeneración y puesta al día de la sociedad española, a cuyas características específicas podrían adaptarse tales innovaciones. Se entiende muy bien, en este contexto, aquella frase pronunciada en 1910, y convertida en todo un eslogan: «España era el problema y Europa la solución»[21]. Nos detenemos muy brevemente, pero de forma especial, en su pensamiento, dado que, como es sabido, la preocupación por Europa fue una constante en toda su obra, no en vano es reconocido como el decano de la idea de Europa, así como por la influencia que tuvo su pensamiento y la propia idea de Europa en su discípula María Zambrano, con la que compartió preocupación sobre el tema.

En Europa, por tanto, Ortega encontraría la solución a la problemática española, aquella aportaría a España la modernidad racionalista que le permitiría autorecomponerse y, a su vez, que lo español pudiera enriquecer lo europeo[22]. Pues Ortega, como otros intelectuales del momento, entre los que se encontraba la propia María Zambrano, no entendía la una sin la otra. Dicho proyecto bidireccional, caracterizado por la europeización y la españolización, seguiría teniendo vigencia, para el filósofo, en la década de los años veinte del siglo pasado cuando consideraba que las trayectorias de ambos lugares se estaban distanciando como consecuencia de los derroteros que estaba tomando la política nacional, como señalaba en La España Invertebrada[23].

Sin embargo, en el pensamiento orteguiano, Europa y España no solo estuvieron íntimamente unidas en el sentido regenerador indicado, sino que con el tiempo, Ortega consideró que también los problemas que las acechaban presentaban componentes comunes, localizándolos en la base del imperialismo, el colonialismo y los nacionalismos, consecuencia, a su vez, en su opinión, de la emergencia de unos ciudadanos indiferentes y poco críticos, sustentados en el materialismo y la tecnocracia que terminó enfrentando a las naciones[24]. Del mismo modo que se encontrarían conectadas las alternativas a las crisis, de forma que la solución para España estaría en Europa, mientras que la tabla de salvación de esta, según él, se encontraría en la construcción de un proyecto común[25]. Un pensamiento que veremos también representado en la obra zambraniana, motivado, quizá, por la influencia de su maestro.

Otro de los precursores por excelencia del europeísmo español fue Salvador de Madariaga[26] para quien Europa también era símbolo de progreso y modernidad, como pudo comprobar en su época de estudiante de ingeniería en París y su posterior estancia en Reino Unido durante la Primera Guerra Mundial.

Como es sabido, Madariaga llegó a la idea política concreta de una Europa unificada tras haber barajado modelos universalistas en los que empezó reclamando una integración global, influenciado probablemente por su experiencia en la Sociedad de Naciones y su ejercicio como embajador, en representación del Gobierno español. Argumento que pudiera explicar también que su preocupación por Europa no tuviera una presencia tan temprana en su obra escrita como en la de Ortega y Gasset, aunque, por el contrario, gozó de mayor proyección política. No fue hasta 1945 cuando Madariaga planteara un modelo de comunidad europea que, de forma absolutamente anticipadora, sustentaba en la solidaridad económica y en la unidad cultural como requisitos para mantener la paz, y hasta 1951 cuando publicara su análisis sobre la realidad europea en Bosquejo de Europa[27]. Ideas que presentó en diferentes foros políticos internacionales y en los distintos Congresos del Movimiento Europeo, en los que no dejó de insistir en la necesidad de socializar a la opinión pública en la idea de la unidad europea[28], desde el celebrado en La Haya de 1848, en el que se recuperó el ideario europeísta de los intelectuales de los años treinta del siglo XX, vinculado a anhelos de paz, justicia, libertad y democracia, y se establecieron las bases de la futura Comunidad, hasta el realizado en 1962 en el que el pensador gallego actuó como aglutinador de la oposición a la dictadura franquista.

Algunas mujeres, coetáneas a los intelectuales citados, presentaron, desde fechas muy tempranas, las mismas preocupaciones sobre España y la misma o muy similar fascinación por Europa. Y también ellas contribuyeron no solo a la modernización del país sino a su europeización a través de la renovación pedagógica que aplicaron en las aulas, como maestras, y de sus escritos. Esta es la hipótesis de Teresa Marín Eced[29] en relación a las becadas por la Junta de Ampliación de Estudios, JAE, institución que impulsó las estancias de estudiantes españolas en universidades europeas, siguiendo el interés de la Institución Libre de Enseñanza por los innovadores modelos europeos.

La admiración de estas mujeres por Europa ha quedado reflejada en las monografías dedicadas a las pensionadas, así como a las que estuvieron vinculadas a las instituciones educativas y culturales femeninas de la España del primer tercio del siglo XX, caso de la Residencia de Señoritas, dirigida por María de Maeztu que conoció de primera mano el ambiente docente e investigador europeo en sus múltiples viajes a las diferentes universidades y centros de investigación, realizados mientras estuvo vinculada a los organismos ligados a la JAE, de los que dejó constancia en una obra publicada en 1941[30]. Sería durante ese periodo y justificándolo en la idea de renovación y modernización educativa española a través de su europeización en el que podría considerarse, coyunturalmente, a Maeztu como europeísta, condición superada por preocupaciones internacionalistas tras esos años.

Otras muchas españolas encontraron en Europa un patrón para modernizar España. Es el caso de Carmen de Burgos, la única mujer entre los escritores españoles de la época que publicó libros de viajes. En ellos y en los artículos aparecidos en el Heraldo de Madrid y en ABC, que acostumbraba a firmar bajo el pseudónimo de Colombine, presentaba modelos de sociedades cultas, avanzadas y progresistas a imitar.

En Viajes por Europa[31], ensayo publicado en 1906, Carmen de Burgos dejaba constancia de la impresión que le causó la forma de vida de diferentes ciudades francesas e italianas en contraste con la de las españolas. En el mismo sentido, la autora plasmó sus impresiones sobre los países nórdicos, fruto del viaje iniciado en 1914, en el primer volumen de Mis viajes por Europa[32], publicado en 1916, y en Peregrinaciones aparecido al año siguiente[33], que representó su último gran libro de viajes y el considerado el más complejo e integrado, en el que reflejaba, además de las experiencias políticas democráticas de los diferentes países, los derechos y libertades que las europeas ya habían conseguido, a modo de denuncia y compromiso político con el futuro de sus compatriotas[34]. La labor de difusión de modelos renovadores y modernos, y su contraste con la realidad española, que invitaban a la reflexión, hace que Concepción Núñez, biógrafa de Carmen de Burgos, en la introducción a su reedición de Mis viajes por Europa[35], la considere, junto a Ortega, como precursora de la generación de intelectuales españoles que miraban hacia Europa con el objetivo de modernizar España[36].

Las españolas no solo fueron observadoras y divulgadoras de la realidad europea, también tuvieron cierta presencia en el panorama internacional durante el primer tercio de siglo XX, participando en diferentes foros y organismos en defensa de los derechos de determinados colectivos vulnerables o carentes de protección, favorecidas por la incorporación, en aquellos años, de algunas mujeres a la actividad política y sindical nacional y por su llegada al Parlamento[37]. En este sentido, cabe citar especialmente la presencia de Isabel Oyarzábal Smith en diferentes sesiones en la Organización Internacional del Trabajo, OIT, y la Sociedad de Naciones, SDN[38]. Su alta cualificación como inspectora de trabajo le permitió formar parte del «grupo de expertos» en cuestiones laborales, reuniones en las que, en algunas ocasiones, estuvo acompañada de alguna delegada del sindicato Unión General de Trabajadores, UGT, y participar en varias Conferencias Internacionales de Trabajo con objeto de defender los derechos concretos de determinados colectivos[39].

No encontramos, en cambio, presencia femenina en las reuniones preparatorias de la que llegaría a ser la Europa comunitaria, o al menos no entre los participantes de primera línea pues parece que si participaron mujeres en la «trastienda» de los asuntos organizativos. Es el caso del Congreso de La Haya en el que además de poner los cimientos de la actual Unión Europea, se acordó la creación de un Movimiento Europeo que coordinara la acción de los diferentes movimientos proeuropeístas existentes. Dadas las circunstancias políticas, España no tuvo representación gubernamental ni en dicho Congreso, ni en las gestiones preparatorios, ni tampoco en las posteriores realizaciones comunitarias, aunque sí estuvieron presentes las diferentes iniciativas europeístas españolas vinculadas a los grupos de oposición al franquismo. No obstante, no hemos encontrado ninguna mujer entre los participantes en la reunión de constitución del Consejo Español del Movimiento Europeo, celebrada en febrero de 1949, ni entre los diferentes grupos españoles que formaban parte del mismo y que estaban en contacto con el europeísmo internacional. Tampoco en el artículo de Pilar Folguera[40], ni en otras obras relativas al estudio del europeísmo español[41] aparecen referencias en ese sentido, aunque sería necesario realizar un análisis específico sobre los integrantes de los diferentes núcleos europeístas españoles, que empezaron a proliferar en la década de los cincuenta del pasado siglo XX, y de los diferentes círculos culturales vinculados a ellos[42].

Dicha ausencia se mantuvo en el tiempo y todavía en 1962, en el Congreso del Movimiento Europeo, celebrado en Múnich, solo participó una mujer, Mercedes Arribas Cortejarena, entre los 118 asistentes españoles[43]. Por otro lado, es preciso señalar que los europeístas españoles no se detenían en la problemática específica de la mujer, sensibilidad que si mostraba el europeísmo internacional, donde la Comisión Internacional Femenina del Movimiento Europeo, CIFME, presidida por la socialista italiana y vicepresidenta del Consiglio Italiano del Movimiento Europeo Margherita Bernabei, centralizaba las reivindicaciones de las mujeres en el ámbito de la Comunidad Europea y trataba de difundir entre ellas el ideal europeísta[44].

Por otro lado, puede entenderse la citada ausencia femenina en los grupos europeístas españoles, durante la Dictadura y los inicios de la Transición, debido a la escasa presencia de mujeres en la actividad política y a su retraso en la incorporación a la oposición antifranquista.

Pudiera parecer, según el análisis presentado, que las mujeres no contribuyeron a la puesta en marcha de la unidad europea. Disponemos de muy poca información sobre aquellas que pudieran haber estado implicadas en su gestación, favoreciendo la imagen de una Europa huérfana de madres, del mismo modo que siguen siendo muy escasas las que desempeñan tareas de responsabilidad y toma de decisiones en las instituciones europeas, como prueba el que solo haya habido dos presidentas del Parlamento Europeo en casi setenta años, Simone Veil en 1979 y Nicole Fontaine en 1999[45], aunque hayan sido más numerosas las que han trabajo en puestos de segunda línea. Sin embargo, desde la propia Institución[46] se insiste en reconocer a las mujeres un destacado papel en el proceso integrador desde el primer momento, señalando como pioneras europeístas a aquellas que, en los diferentes países miembros, han defendido valores con los que la Unión Europea se identifica. Entre ellas se cita a la española Clara Campoamor, que, como es sabido, trabajó para que se reconociera el voto femenino en España, compromiso por el que pagó un alto precio, como ella misma llegó a confesar[47].

Sin embargo, pese a reconocer la enorme importancia de mujeres que, como Clara Campoamor, pelearon por la defensa de los derechos, las libertades y la paz, consideramos que su encomiable lucha respondía a un interés, más específico que general, de demanda de la democracia y de la igualdad, en este caso concreto en España, pero que sus reivindicaciones carecían de una dimensión europea, o de una preocupación por el destino o los problemas comunes de los diferentes países de Europa, así como de la búsqueda de una salida conjunta para ellos. Inquietudes y alternativas que tampoco encontramos en la cosmopolita Carmen de Burgos, pese a sus pretensiones modernizadoras, ni en aquellas otras españolas como Isabel de Oyarzabal, cuya participaron en diversos organismos internacionales no derivó en considerar la vía europea como una posibilidad paralela.

Sí hallamos, en cambio, en intelectuales de la talla de María Zambrano una defensa de Europa y una desgarradora desolación por los problemas por los que pasaba, en perfecta sincronía, según la pensadora, con los españoles, de iguales dimensiones y características que la experimentada por sus colegas varones, considerados como los pioneros del europeísmo, elementos que nos permiten reclamarla como miembro del selecto club de los precursores del europeísmo español.

EL EUROPEISMO DE MARÍA ZAMBRANO[Subir]

María Zambrano es por todos reconocida como destacada filósofa y ensayista española, siendo un referente entre los intelectuales que coadyuvaron al cambio de paradigma del pensamiento del siglo XX. Sin embargo, no es frecuente incluirla entre los precursores del pensamiento europeísta español, cuando una parte muy importante de su obra rezuma un profundo compromiso en tal sentido.

María Zambrano fue una testigo comprometida con la historia española y europea del siglo pasado de la que dejó constancia en su extensa obra. A partir de sus escritos, descubrimos a una mujer implicada con la realidad de su tiempo, con el devenir de los acontecimientos europeos y con el futuro del continente, cuestiones que fueron motivo de enorme preocupación para la filósofa malagueña y sobre las que reflexionó de forma crítica y constructiva. Es en este sentido, y en su sentimiento de pertenencia a Europa, podemos identificarla como europeísta, como una pionera, entre las españolas, en la toma de conciencia de los problemas por los que atravesaba la Europa de entreguerras y de los que, en ese momento, se estaban ocupando, como hemos señalado, personalidades masculinas de renombre como Unamuno, Madariaga y Ortega y Gasset, entre otros.

El traslado con su familia a Madrid, en 1926, permitió a María Zambrano asistir a las clases de Filosofía de la Universidad Central y entrar en contacto con los más relevantes filósofos del momento, entre los que se encontraba Ortega y Gasset, de quien se convertiría en célebre discípula, con el que mantendría una estrecha colaboración y con el que compartiría gran parte de su idea sobre Europa.

Desde fechas muy tempranas, María empezó a frecuentar los círculos culturales del Madrid de la época, disfrutando rápidamente del reconocimiento de la intelectualidad del momento[48], lo que le permitió participar en los debates existentes a los que no era ajeno, como es sabido, el tema de la decadencia de España, la necesidad de progreso y el espejo europeo que ofrecía sugerentes modelos de avance y modernidad que no pasaban desapercibidos para los intelectuales españoles. Del mismo modo, Zambrano alternó en los ambientes políticos de la España de preguerra[49], aunque rechazó la propuesta de Jiménez de Asúa para ser candidata a las Cortes republicanas por el Partido Socialista Obrero Español, PSOE, junto a figuras como Unamuno y Ortega y Gasset, desarrollando su «activismo político» desde la escritura.

Desde el Instituto Escuela, entidad que pretendía extender los principios pedagógicos de la Institución Libre de Enseñanza a la enseñanza secundaria, se incorporó a las Misiones Pedagógicas, en 1931, con el objetivo de llevar la cultura a las capas populares, encontrando así la oportunidad para poner en práctica su creencia en la posibilidad de la transformación social a través de la educación. Desde ese mismo año de 1931 y hasta 1935 fue profesora auxiliar en la Universidad Central, primero impartiendo la asignatura de Metafísica y posteriormente como auxiliar de Zubiri en la cátedra de Historia de la Filosofía, convirtiéndose, a partir de 1935, en profesora de la Residencia de Señoritas y del Instituto Cervantes. Centros en los que se aplicaban metodologías innovadoras y reformistas inspiradas en Europa, con las que tuvo contacto de forma muy temprana y por diferentes vías, según se ha señalado.

La actividad docente estuvo acompañada en todo momento por una intensa producción intelectual. María Zambrano fue una prolífica escritora, cuya obra estuvo vertebrada, desde sus comienzos, por un fuerte sentido político[50]. El binomio España-Europa y la perspectiva de los sucesos que allí ocurrían, vistos desde el exilio, centraron la temática de gran parte de su obra. Doble temática que también fue una constante en la obra de Ortega y Gasset.

Como se anticipaba, María Zambrano realizó un enorme esfuerzo intelectual para analizar y entender los sucesos por los que atravesaba Europa, entre los que incluía los que afectaban a España, pues se refería a aquella en sentido amplio, y, en numerosas ocasiones, como occidente. A ese respecto, puede recordarse la referencia al «suicido de occidente» para explicar las consecuencias tanto del comunismo, del nazismo y de los fascismos, como de las guerras civiles y mundiales.

Su idea de Europa, sobre la que tanto reflexionó, trascendía las fronteras, no se reducía a un espacio físico o político, sino más bien a una cultura y unos valores, en lo que insistió en cada una de las publicaciones de su primera época. En ese sentido, para Zambrano «Europa era el Mediterráneo, Roma, Antígona, las ruinas, la Nina de Misericordia, la Dulcinea cervantina, el ordo amoris agustiniano, esa razón cordial, piadosa, que no deja fuera “la logique du coeur” pascaliana (…), desarraigo, destierro, esa sombra prohibida que es el exiliado»[51].

Ya en su primer libro, Nuevo Liberalismo, publicado en 1930, Zambrano dejaba constancia de su angustiosa preocupación por los problemas por los que atravesaba la Europa del momento, mostrándose inconformista y crítica ante dicha realidad de la que responsabilizaba tanto al liberalismo, como al comunismo. Según la autora, ambos movimientos proponían una razón totalitaria y violenta que rechazaba la libertad, servían al individualismo y al fanatismo e ignoraban a las personas, proponiendo como alternativa política un liberalismo humanista, que incorporara tanto valores éticos como sociales[52].

A partir de ese primer libro fueron constantes sus críticas al liberalismo, al idealismo, al positivismo y al racionalismo absolutista que, según Zambrano, habían conducido a Europa a la violencia extrema. Así aparecía reflejado nuevamente en Los intelectuales y el drama de España, escrito en 1936 en Chile, país al que acompañó a su marido, el historiador Alfonso Rodríguez Aldave, mientras fue secretario de la Embajada de España. En este segundo libro, más allá de analizar la trágica situación española durante la contienda bélica planteaba una genealogía del fascismo como fenómeno arraigado en la racionalidad europea moderna[53]. En la capital chilena también empezó a escribir Romancero de la guerra española y Antología de Federico García-Lorca, publicadas ambas en 1937, en las que homenajeaba a los poetas españoles, pues entendía que el fracaso del país residía en su desconocimiento de sí mismo y de su pasado, así como en la ruptura con sus tradiciones. Por otro lado, consideraba que la crisis de España era también la crisis de Europa, donde los sucesos que sucedían en la primera anticipaban los que ocurrirían después en el resto del continente[54].

Un pensamiento, de nuevo, en la línea del planteado por su maestro, que consideraba que los problemas europeos y españoles formaban parte de una misma crisis generalizada occidental cuya superación habría de pasar por la regeneración de ambos escenarios en una realidad compartida en la que pudieran terminar confluyendo[55].

Su preocupación por la realidad política española la empujó a regresar a España en la primavera de 1937, coincidiendo su llegada con el triunfo del ejército sublevado sobre Bilbao y el comienzo de la diáspora intelectual española[56]. De esas fechas data su incorporación al consejo de redacción de Hora de España, revista literaria creada para difundir la labor cultural implementada por el Gobierno republicano, en la que defendió un pensamiento heterogéneo, no uniformizador, ni excluyente, así como su participación en el II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, celebrado en julio de 1937. Dicho Congreso resultó una destacada iniciativa del Gobierno republicano que contó con el apoyo de la Alianza de intelectuales antifascistas, y la participación de relevantes escritoras de diferentes países[57].

Ejerció, además, como Consejera de Propaganda y Consejera Nacional de la Infancia Evacuada, mientras residía primero en Valencia, y después en Barcelona, ciudad desde la que pasaría a Francia, el 28 de enero de 1939. Comenzaba así un largo exilio que se prolongaría durante 45 años.

La experiencia del exilio marcó un punto de inflexión en su vida, y, especialmente, en su pensamiento[58]. Durante la primera etapa del mismo, entre 1939 y 1953, residió entre México, La Habana y Puerto Rico y publicó obras claves en su trayectoria como Pensamiento y poesía en la vida española, y Filosofía y poesía, ambas en 1939. Al año siguiente aparecía Isla de Puerto Rico. Nostalgia y esperanza de un mundo mejor, escrito en La Habana; La Confesión: Género Literario y Método, publicado en 1943, y El pensamiento vivo de Séneca, aparecido en 1944. En todas ellas seguía reflexionando sobre la tragedia de la guerra civil española, la barbarie que asolaba Europa, así como la amargura y la soledad del exilio, dejando constancia del alto precio que estaba pagando por refugiarse en el exterior de la tragedia que vivía Europa. No obstante, dicha experiencia le permitió tomar la distancia suficientemente para analizar la realidad europea, entender su pasado y reflexionar sobre su futuro. En las primeras obras allí publicadas continuaba indagando sobre el realismo como modelo de pensamiento de la tradición cultural española, anticipando los fundamentos de su pensamiento[59].

En esta época también publicó la que sería la obra de referencia para entender el pensamiento zambraniano sobre Europa, La agonía de Europa, aparecida en 1945[60], en Buenos Aires, como compilación de una serie de artículos que la filósofa había publicado entre 1940 y 1942, mientras Europa estaba siendo arrasada y devastada por la guerra, en la revista Sur de Buenos Aires, titulados, «La agonía de Europa», «La violencia europea», «La esperanza europea» y «La destrucción de las formas».

En esta obra María Zambrano volvía sobre los motivos por los que terminó estallando la II Guerra Mundial. Entre las causas últimas de la crisis señalaba la ausencia de valores, la falta de moral, la corrupción de los principios en los que se habían fundamentado las raíces europeas, el liberalismo individualista que olvidaba lo humano, la insolidaridad entre las personas y la violencia como instrumento de dominación[61], como puede apreciarse en los siguientes fragmentos:

El hombre europeo nunca se distinguió en sus días mejores por permanecer aferrado a los hechos, pura y simplemente; a lo dado e inmediato. Al revés, desde Grecia se embarcó hacia un idealismo que alcanzó su extremo, precisamente, en la filosofía romántica alemana del siglo XIX. Y ahora, casi sin transición alguna, el hombre medio, el que se cree portavoz de una época, su médula y protagonista, se rinde ante la evidencia de los hechos. Vive esclavo, en terrible servidumbre, ante lo que pasa, sin ánimo para desarrollar un mínimum de violencia a fin de desasirse. La genialidad de Europa parecía consistir, en gran parte, en la capacidad de desasimiento de la realidad. Ahora, tan poca tiene, que toma por real la primera apariencia que le sale al paso, y anda sin entereza, sin verdad. Porque el encuentro de la verdad requiere su busca, que sólo puede darse en un ánimo que ha sabido sustraerse a la aplastante influencia de los hechos, a la pavorosidad de lo inmediato[62]. (…). «Europa tuvo rostro, forma, figura», nótese el tiempo verbal en pasado, «Europa se perdió por sus dones más que por sus defectos» (…), «enredándose en sus propias victorias», «fracasando a causa de su riqueza», perdida, en fin, «en el laberinto de la propia sobreabundancia»[63].

Otros muchos filósofos alertaron de la crisis de la conciencia europea durante el periodo de entreguerras, Spengler, Roth, Schnitzler, Husserl, Zweig, Valery o Mann, también lo hicieron Zubiri y Ortega y Gasset, con quien de nuevo encontramos una confluencia de pareceres, para quien también la causa común de los problemas españoles y europeos se encontraba en la crisis de valores[64].

Sin embargo, según Carmen Revilla, la originalidad del pensamiento zambraniano respecto al problema de Europa radicaría en que se realizó desde el exilio[65], es decir, la novedad se encontraba en el lugar desde el que lo piensa. Percibido por la filósofa del siguiente modo: «Se ve y se mira el mundo todo desde un lugar determinado: un lugar donde nos sentimos estar cobijados, un lugar donde las cosas y los seres nos hablan directamente en un lenguaje que con palabras o sin ellas, no nos vemos obligados a traducir. Y este lugar lo llevamos con nosotros a lo largo de nuestra vida, aunque hayamos entrado en familiaridad con otros lugares y con formas de cultura e idiomas diferentes»[66].

Pero también es original la idea de María Zambrano por la identidad de quién lo piensa. María era una mujer, pionera como tal entre los intelectuales españoles que se ocuparon de esta cuestión.

Por otro lado, el pensamiento zambraniano no se reducía al sentimiento de fracaso, sino que también proponía soluciones y alternativas tranquilizadoras. En efecto, consideraba que Europa estaba agonizando por causa de la Guerra, pero interpretaba dicha agonía, como una lucha por seguir existiendo, un proceso de metamorfosis que incluiría la posibilidad de un resurgimiento hacia un futuro mejor, como puede comprobarse en el siguiente fragmento:

… tratando de encontrar la esencia de eso que llamamos Europa, de eso que por nada aceptamos, seguir viviendo nuestra vida si su vida, buscaremos también el principio de su posible resurrección. (…). Europa no ha muerto, Europa no puede morir del todo: agoniza. Porque Europa es tal vez lo único, en la Historia, que no puede morir del todo, lo único que puede resucitar[67].

Un mensaje alentador que recuerda la exhortación «!Qué Europa se levante!» con la que Churchill cerraba el discurso pronunciado en Zurich en 1946[68].

Esta certeza en la regeneración representa otra de las singularidades del pensamiento zambraniano sobre Europa. La confianza en un «principio de resurrección que es el mismo que el de su vida y transitoria muerte», que posibilita una creación que sustituye a la violencia y representa «saber vivir en el fracaso»[69]. De este sentido, la autora se refiere al futuro de forma metafórica: «El paisaje europeo es puro horizonte (…), idealismo que se concreta y verifica en esa apetencia, necesidad de tener ante la vista un mundo, de vivir hacia él, gravitando más hacia la posibilidad, teniéndola más en cuenta que a la realidad misma»[70].

Si, como se ha apuntado, para Zambrano las causas de la agonía por la que atravesaba Europa residían en la traición a su propia esencia cultural, la salida de la misma debía pasar por la vuelta a las raíces culturales, griegas, y judeocristianas, sin ignorar la religión cristiana, como rasgo cultural e identitario que había acompañado a la historia del hombre y de Europa desde sus orígenes, presentando como modelos inspiradores del humanismo a Séneca, o a san Agustín, a quien la autora atribuía la creación de la cultura europea, y sin olvidar en su particular recorrido por el cristianismo (que para ella suponía «la exaltación de la persona humana al más alto rango entre todo lo más valioso del mundo»[71]) y Europa a Quevedo, Unamuno o Machado[72].

Se trata de recoger lo que de Europa actúa y tiene vigencia (…) y esto consustancial, esencia de nuestra propia vida, que no nos pertenece, es irrenunciable; hemos de transmitirlo como nos lo transmitieron. De no hacerlo así sentiríamos el horror de que la continuidad de algo que viene desde muy atrás se ha quebrado precisamente en nosotros. De ese modo, tratando de encontrar la esencia de eso que llamamos Europa (…) buscamos también el principio de su posible resurrección[73].

La cultura compartida se convertía así en el nexo salvador de Europa, pero al mismo tiempo era también un elemento aglutinador, el fundamento de su identidad[74].

También para Ortega la idea de Europa era eminentemente cultural, al entender, como su discípula, que la cultura era el elemento compartido por los europeos[75], llegando a demandar una identidad dual como medio para conseguir una convivencia pacífica entre los países, en la que la identidad nacional, una recuperada identidad española, conviviera con una identidad europea en una sociedad que acogiera e incorporara las diversas identidades nacionales[76].

La identidad cultural como elemento aglutinador de Europa también estuvo presente en la obra de Madariaga, en cuyo ensayo titulado ¡Ojo, vencedores!, publicado en 1945, reclamaba la unidad cultural como un elemento sobre el que construir la unidad europea y sobre el que restaurar una paz duradera[77].

Zambrano no dudó en considerar a Europa como una corporación con entidad propia, tal y como señala en La agonía de Europa:

Pero ¿qué es eso, que nos emparenta con todo lo europeo y que en este instante tiene más vigor que ningún rasgo nacional, particular o individual? ¿Eso que nos hace sentir a Europa como una gran unidad en la que estamos incluidos íntegramente? Es solamente el testimonio de nuestra filialidad, de nuestra dependencia y de nuestra lealtad, puesto que, lejos de querer romperla, queremos reconocerla para no traicionarla jamás. Mantenidos por este sentir, por el dolor que testimonia la unidad de Europa y nuestra filiación en ella, comenzaremos a ver algo. Automáticamente casi, la evocación funciona. Y lo que vemos ante nosotros inmediatamente es la riqueza de la forma o si se quiere el estilo de vida europeo. La densidad, multiplicidad y riqueza con que la han poblado[78].

No obstante, no formuló, todavía en ese momento, un modelo de organización política concreto, que Ortega si se llegó a plantear, en 1949, en la conferencia que impartió en Berlín, «Meditación de Europa», proponiendo un prototipo político supraestatal, una federación o confederación de Estados con unas características propias para Europa[79]. Recuérdese que unos años antes, en 1946, en el ya citado discurso pronunciado en Zurich, Churchill había propuesto la creación de los Estados Unidos de Europa, retomando la idea planteada, en los años veinte, por Coudenhove-Kalergi y Aristide Briand.

Pasado el tiempo[80], Zambrano concretó más sobre el ideal político que evitara las crisis en Europa, apostando en su obra Persona y Democracia, de 1958, por una democracia que estuviera sustentada sobre el concepto de persona para poder evitar así los obstáculos que la habían hecho fracasar en el pasado. La filósofa definió la democracia como «una sociedad donde no solo es permitido sino exigido el ser persona»[81].

Para Zambrano el desarrollo de la persona requiere libertad, entendida esta como la exigencia ética de responsabilidad con las decisiones tomadas y el compromiso con lo que se hace, dado que entendía que la sociedad democrática había ser creada entre todos y debía estar continuamente evolucionando. En este sentido, entendía la democracia como un régimen que incluía la unidad y la multiplicidad, y que debía asentarse en la igualdad, que no implica, para la autora, uniformidad sino respeto a las diferencias y la posibilidad de coexistencia de diversas formas-tiempo simultáneamente[82].

Cuando apareció dicha obra, Zambrano ya se encontraba en Europa, a la que sentía como su patria y a la que había regresado en junio de 1953[83]. A partir de esas fechas, la obra de esta filósofa se fue alejando del análisis de lo cotidiano para ir adquiriendo un carácter más metafísico y místico[84], y en la que se iba diluyendo la preocupación por los acontecimientos europeos, cuando la integración europea se estaba materializando y las democracias se encontraban asentadas en buena parte de los países, aunque la de España tardaría un tiempo todavía en llegar.

CONCLUSIÓN[Subir]

En función de las ideas que van apareciendo a lo largo de las obras de María Zambrano analizadas encontramos una intelectual que se siente española y europea, realidades con las que está profundamente comprometida, y que, desde esta profunda y doble identidad, desde fechas muy tempranas, realiza grandes esfuerzos de comprensión y análisis de los problemas que las amenazan, y muestra una enorme preocupación por las tragedias que las atraviesan. En este sentido descubrimos a la Zambrano europeísta.

La filósofa malagueña reflexionó sobre la idea de Europa prácticamente desde sus primeros escritos, y lo hizo como mujer y desde su doble exilio, español y europeo. He aquí alguno de los elementos característicos de su pensamiento, el lugar desde el que lo piensa y la identidad de quién lo hace.

Como para muchos de sus coetáneos la cultura representaba para ella la esencia de la identidad común europea y los cimientos sobre los que se podía edificar la unidad. No obstante, su idea de Europa no se limitó a un planteamiento cultural o intelectual, sino que se concretó en un modelo político con unas características propias.

En suma, el europeísmo zambraniano radica en la propuesta de una Europa unida, con base en una cultura común y desarrollada en un modelo político capaz de promover la paz, la libertad y el respeto a las diferencias, y en la que la convivencia y la mediación sirvieran de alternativa a la guerra. Valores que fueron defendidos también por intelectuales varones contemporáneos a Zambrano, con quienes compartió ideas muy similares sobre Europa y sus problemas, así como sobre sus soluciones, por los que son identificados como los precursores del europeísmo español, etiqueta, por tanto, que también reclamamos para María Zambrano, a tenor de la importancia de su obra sobre Europa y de la profundidad de su pensamiento, que cuenta con la particularidad de ser la única mujer en el entorno de los intelectuales europeístas del momento, y pionera entre las mujeres españolas que defendieron una Europa unida.

Notas[Subir]

[1]

‍FOUCAULT,1990. ‍VAN DIJK, 1996; ‍2009.

[2]

‍ÍÑIGUEZ RUEDA, 2011: 54. ‍VAN DIJK, 186 (España, 1999): 24.

[3]

‍GONZÁLEZ-DOMÍNGUEZ y MARTELL-GÁMEZ, 9/1 (México, 2013): 153-‍172.

[4]

‍FOUCAULT, 1990: 43-‍44.

[5]

‍SCOTT, 91 (Oxford, 1986): 1053-‍1075; ‍1990: 287-‍291.

[6]

‍BLASCO HERRANZ, 62 (España, 2020): 297-‍322. ‍«Historia de las mujeres y de género: pasado y futuro», 2016: 249-‍276.

[7]

La historiografía se ha ocupado ampliamente del debate sobre los orígenes de la unidad europea, de sus mentores, así como del proceso de su construcción y ampliación. Puede verse una interesante y exhaustiva selección historiográfica en ‍FOLGUERA, 21/1 (Madrid, 2009): 18-‍24.

[8]

Sobre la temática de la ampliación de la Unión Europea, especialmente aquella dirigida hacia los países del Este puede verse ‍PÉREZ SÁNCHEZ y MARTÍN DE LA GUARDIA, 2003. ‍MARTÍN DE LA GUARDIA y PÉREZ SÁNCHEZ, 2017.

[9]

Sobre los desafíos que acechan a Europa puede verse ‍PÉREZ SÁNCHEZ, RAMIRO TROITIÑO, KERIKMAE y MARTÍN DE LA GUARDIA, 2020.

[10]

‍NASARRE, ALDECOA LUZÁRRAGA y BENEDICTO SOLSONA, 2018.

[11]

PÉREZ SÁNCHEZ, 21/1, (Madrid, 2009): 17-‍170.

[12]

‍PÉREZ SÁNCHEZ, 2020. La citada obra mantiene la línea marcada por dos libros anteriores, también auspiciados por el Instituto Universitario de Estudios Europeos de la Universidad de Valladolid, ‍HERNÁNDEZ SÁNCHEZ, SACRISTÁN REPRESA y ADRIÁN ARNAIZ, 2001. ‍ALONSO MARTÍNEZ y HERRERO DE LA FUENTE, 2007.

[13]

Mención especial merece un libro que acaba de salir publicado y que parece tratar de revertir la tendencia señalada incorporando entre los más destacados líderes políticos de la Unión Europea a Margaret Thatcher y Simone Veil. ‍RAMIRO TROITIÑO, MARTÍN DE LA GUARDIA y PÉREZ SÁNCHEZ, 2022.

[14]

‍BACHOUD, CUESTA y TREBITSCH, 2000. ‍PETSCHEN VERDAGUER, 21/118 (Madrid, 2007): 167-‍176. ‍MARTÍN DE LA GUARDIA, 2015.

[15]

‍DUBY y PERROT, 1991. ‍AMELANG y NASH, 1990. ‍COBO, 855 (Madrid, 1998). ‍BOCK, 2001. En las obras citadas se realiza un abordaje general de la evolución de la situación de las mujeres en los diversos países europeos, pero en ningún caso se habla de Europa como comunidad regional y del papel de las mujeres en ella, ni siquiera en el caso de la obra de Gisela Bock que realiza un análisis del importante papel que ha ejercido la mujer en el viejo continente en distintos momentos de la historia.

[16]

Actuaciones desde la Comisión Europea, disponible en https://op.europa.eu/webpub/com/factsheets/women/es/. Actuaciones desde el Parlamento, disponible en https://www.europarl.europa.eu/factsheets/es/sheet/59/la-igualdad-entre-hombres-y-mujeres.

[17]

‍BALLARÍN DOMINGO, 2000.

[18]

‍FOLGUERA, 21/1 (Madrid, 2009): 17-‍53.

[19]

‍OCHOA DE MICHELENA, 8 (Toledo, 2007): 193-‍213.

[20]

‍SEBASTIÁN LORENTE, 83/1 (Madrid, 1994): 221-‍245.

[21]

‍GARCÍA FERNÁNDEZ, 17 (Madrid, 2017): 597-‍618.

[22]

‍ORTEGA Y GASSET, 1966: 91.

[23]

‍ORTEGA Y GASSET, 1922.

[24]

‍GARCÍA FERNÁNDEZ, 17 (Madrid, 2017): 610.

[25]

‍FOLGUERA, 21/1 (Madrid, 2009): 17-‍53.

[26]

‍DERUNGS, 8/1 (Santiago de Compostela, 2009): 127-‍143.

[27]

La idea de que la salvación de Europa se encontraba vinculada a un objetivo común aparece claramente definida en Bosquejo de Europa, escrita en 1949.

[28]

‍SOBRINO, 7 (La Coruña, 2003): 759-‍776.

[29]

‍MARÍN ECED, 2002: 157-‍194.

[30]

‍DE MAEZTU, 1941.

[31]

‍DE BURGOS, 1906.

[32]

‍DE BURGOS, 1916. En el segundo volumen de esta obra deja constancia de la tragedia de la guerra que estaba azotando Europa, cuyos efectos pudo comprobar en los lugares por los que pasó de regreso de los países nórdicos a España.

[33]

‍DE BURGOS, 1917.

[34]

‍NÚÑEZ REY, CLXXXVI/Extra Junio (Madrid, 2010): 5-‍19.

[35]

‍NÚÑEZ REY, 2012: 15-‍41.

[36]

‍LINDHOLM, 22 (Puerto Rico, 2015): 21-‍31.

[37]

‍DOMÍNGUEZ PRATS, 78/259 (Madrid, 2018): 353-‍376.

[38]

‍EIROA, 2014. ‍PAZ TORRES, 2010.

[39]

En junio de 1931, Isabel de Oyarzabal participó en la XV Conferencia Internacional del Trabajo como miembro de la Comisión sobre el trabajo de los menores, realizando propuestas sobre la reducción del trabajo infantil y haciendo especial referencia al medio rural español. En 1932 fue propuesta para formar parte del Comité de Expertos sobre el Trabajo Femenino. Del mismo modo, participó como representante gubernamental en la XVII Conferencia Internacional del Trabajo, realizada en 1933, y en la Conferencia Internacional de Colocación de ese mismo año. En 1936 formó parte de la discusión sobre la protección de la infancia rural. Intervino también en la XXIII Conferencia Internacional del Trabajo, celebrada en 1937. Finalmente, tuvo una intervención en la sesión de la Comisión consultiva de expertos en materia de esclavitud que se celebró el 31 de marzo de 1938, en la que planteó la cuestión de las esclavas sexuales vendidas para ejercer la prostitución. ‍EIROA, 2014: 43.

[40]

‍FOLGUERA, 21/1 (Madrid, 2009): 29-‍48.

[41]

‍LÓPEZ GÓMEZ, 2016: 271.

[42]

En estas fechas, en concreto en 1949, Carmen Llorca, que llegaría a ser miembro del Parlamento Europeo en 1987, publicaba Europa, ¿en decadencia? ‍LLORCA VILLAPLANA, 1949.

[43]

‍SATRÚSTEGUI, 1993: 169.

[44]

‍LÓPEZ GÓMEZ, 2016: 271.

[45]

En medio de ambos mandatos, como se señala en la nota 42, era elegida como diputada al Parlamento Europeo la primera española, Carmen Llorca.

[46]

EUwomen, disponible en https://ec.europa.eu/spain/news/20190308_Euwomen-The-women-who-built-Europe_es.

[47]

‍CAMPOAMOR, 1935.

[48]

Ya en 1927 Zambrano fue invitada a participar en la tertulia de la Revista de Occidente. Del mismo modo, colaboraba en Los Cuatro Vientos, revista dirigida por el grupo de poetas de la denominada «Generación del 27», en Hoja Literaria, publicación fundada por Enrique Azcoaga, Antonio Sánchez Barbudo y Arturo Serano Plaja, miembros de la llamada «Generación del 36», así como en la revista Cruz y Raya, dirigida por José Bergamín. ‍Centro María Zambrano, 2000. ‍BLÁZQUEZ BEJARANO, 2005: 202.

[49]

En 1928, coincidiendo con el inicio de su doctorado, María Zambrano ingresó en la Federación Universitaria Escolar, FUE, organización creada en el contexto de las protestas estudiantiles contra la Dictadura de Primo de Rivera, con la que colaboró en la elaboración de manifiestos, organización de mítines y campañas políticas. Sin embargo, tras negarse a ser candidata a las Cortes republicanas y arrepentirse de haber firmado el manifiesto constitutivo del Frente Español, que pronto evidenciaría su carácter fascista, Zambrano se centró en la escritura como medio de denuncia y reivindicación. ‍BLÁZQUEZ BEJARANO, 2005: 202.

[50]

Sus primeros artículos aparecieron publicados en periódicos como El Liberal, en la sección titulada «Mujeres»; Nuestra España; La Libertad; «El Mono Azul», suplemento del periódico madrileño La Voz; o El Sol. ‍BLÁZQUEZ BEJARANO, 2005: 202.

[51]

‍NOVELLA, 20 (Salamanca, 2018): 212.

[52]

‍ZAMBRANO, 1930: 23-‍25.

[53]

‍ZAMBRANO, 1977: 93.

[54]

‍SÁNCHEZ-GEY, 2005: 85.

[55]

‍SEBASTIÁN LORENTE, 83/1 (Madrid, 1994): 230.

[56]

‍SÁNCHEZ CUERVO, 29/1 (Chile, 2014): 125-‍137.

[57]

‍AZNAR SOLER, 2021.

[58]

‍FERNÁNDEZ, 7 (Madrid, 2012): 485-‍494. ‍GARCÍA GONZÁLEZ, 84 (Madrid, 2004): 59-‍60.

[59]

‍GÓMEZ BLESA, 2004: 9-‍11.

[60]

Además de en dicha obra, en Unamuno, escrito en torno a 1940, en Delirio y Destino, escrito en 1952, y en Persona y democracia, 1958, Europa también era la protagonista.

[61]

‍ORTEGA MUÑOZ, 2001.

[62]

‍ZAMBRANO, 2000: 25-‍26.

[63]

‍ZAMBRANO, 2000: 27-‍29.

[64]

‍GARCÍA FERNÁNDEZ, 17 (Madrid, 2017): 609.

[65]

‍REVILLA, 24 (Barcelona, 2018): 35.

[66]

‍ZAMBRANO, 2001: 141-‍142.

[67]

‍ZAMBRANO, 2000: 42.

[68]

‍RAMIRO TROITIÑO y PANDO BALLESTEROS, 433 (Madrid, 2017): 57-‍71.

[69]

‍ZAMBRANO, 2000: 85.

[70]

‍ZAMBRANO, 2000: 81.

[71]

‍ZAMBRANO, 2000: 25.

[72]

‍SÁNCHEZ-GEY, 2005: 87.

[73]

‍ZAMBRANO, 2000: 85 y ss.

[74]

‍ORTEGA MUÑOZ, 4 (Alemania, 2013).

[75]

‍GARCÍA FERNÁNDEZ, 17 (Madrid, 2017): 603.

[76]

‍ORTEGA Y GASSET, 1966: 91.

[77]

‍SOBRINO, 7 (La Coruña, 2003): 130.

[78]

‍ZAMBRANO, 2000: 44.

[79]

‍GARCÍA FERNÁNDEZ, 17 (Madrid, 2017): 601, 612-‍613.

[80]

En las obras posteriores a La agonía de Europa, Zambrano seguía tratando de recuperar la memoria española y europea. Es el caso de Delirio y Destino, obra escrita en La Habana, en 1952, en la que reclamaba, de nuevo, el humanismo personalista y rechazaba el racionalismo absolutista, rememorando, todavía en el exilio europeo, el periodo entre 1929 y 1931. ‍Centro María Zambrano, 2000.

[81]

‍ZAMBRANO, 2000: 133.

[82]

‍DOS SANTOS DAS NEVES, 26 (Loulé, 2001): 205-‍212. ‍MORA GARCÍA, 4 (Málaga, 2009): 9-‍44.

[83]

El camino de vuelta a Europa llevó a Zambrano, en primer lugar, a Roma, donde residiría (salvo unos meses en 1959), hasta 1964 y donde entablaría una fecunda amistad con los intelectuales del país y con los españoles que allí se encontraban. Desde allí pasaría a Francia, en 1964, donde se instaló, salvo algún breve periodo, hasta 1980, año en el que se trasladó a Ginebra desde donde regresaría a España, el 20 de noviembre de 1984, tras casi medio siglo de exilio, con 80 años y las condiciones físicas muy mermadas. En esa última etapa, su actividad intelectual siguió siendo incesante, dedicándose tanto a la reedición de libros ya publicados, como a la publicación de textos inéditos, entre los que cabe citar De la Aurora, publicado en 1986; Notas de un método, publicado en 1989 y Los bienaventurados, publicado en 1990. ‍BLÁZQUEZ BEJARANO, 2005: 205.

[84]

En sus últimas obras Zambrano utilizaba ya un lenguaje más abstracto y metafórico, característica que había empezado a observarse ya en la primera edición de El hombre y lo divino, de 1955, en la que reflexionaba sobre el sentido del amor y la muerte, y en la que algunos autores advierten ya la propuesta de un nuevo pensamiento, o en Claros del bosque, publicado en 1977, en el que la autora desarrollaba un nuevo método cognoscitivo, alternativo a la razón dogmática a la que denominó razón poética. ‍GÓMEZ BLESA, 2011.

BIBLIOGRAFÍA[Subir]

[1] 

Abellán García-González, José Luis, «María Zambrano: las claves de su exilio», Letra internacional, 84 (Madrid, 2004): 59-‍60.

[2] 

Alonso Martínez, Jesús M. y Herrero de la Fuente, Alberto A., El Tratado de Roma en su Cincuenta Aniversario (1957-‍2007). Un balance socioeconómico de la integración europea, Granada, Comares, 2007.

[3] 

Amelang, James S. y Nash, Mary (eds. lit.), Historia y género las mujeres en la Europa moderna y contemporánea, Valencia, Institució Alfons el Magànim, 1990.

[4] 

Aznar Soler, Manuel (ed.), El Segundo Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura. Ochenta años después, Valencia, Generalitat Valenciana, 2021.

[5] 

Bachoud, André, Cuesta, Josefina y Trebitsch, Michel, Les intellectuels et l’Europe de 1945 à nos jours, París, Publications universitaires Denis Diderot, 2000.

[6] 

Ballarín Domingo, Pilar, Las mujeres en Europa: Convergencias y diversidades, Granada, Universidad de Granada, 2000.

[7] 

Blasco Herranz, Inmaculada, «A vueltas con el género: críticas y debates actuales en la historiografía feminista», Historia Contemporánea, 62 (España, 2020): 297-‍322.

[8] 

Blázquez Bejarano, Esther, «María Zambrano: biografía y compromiso», en José Luis Mora García y Juan Manuel Moreno Yuste (coords.), Pensamiento y palabra en recuerdo de María Zambrano. 1904-‍1991, Valladolid, Junta de Castilla y León, 2005: 197-‍210.

[9] 

Bock, Gisela, La mujer en la historia de Europa, Barcelona, Crítica, 2001.

[10] 

Campoamor, Clara, El voto femenino y yo: mi pecado mortal, Madrid, Editorial Renacimiento, 1935.

[11] 

Centro María Zambrano, Palabras de caminante. Biografía de y sobre María Zambrano, Málaga, Centro María Zambrano, UNED, 2000.

[12] 

Cobo, Rosa, «Las mujeres en Europa entre la igualdad y la exclusión», Revista Crítica, 855, (Madrid, 1998): 31-‍33.

[13] 

De Burgos, Carmen, Viajes por Europa. (Impresiones). Francia, Italia y Mónaco, Barcelona, Casa Editorial Maucci, 1906.

[14] 

De Burgos, Carmen, Mis viajes por Europa. Alemania, Inglaterra y Portugal, Madrid, V. H. de Sanz Calleja, c. 1916, vol. 1 y 2.

[15] 

De Burgos, Carmen, Peregrinaciones. Mis viajes por Europa. Suiza, Dinamarca, Suecia, Noruega, Alemania, Inglaterra, Portugal, Madrid, Alrededor del Mundo, V. H. Sanz Calleja, 1917.

[16] 

De Maeztu, María, Historia de la cultura europea. La edad moderna: grandeza y servidumbre. Intento de ligar la historia pretérita a las circunstancias del mundo presente, Buenos Aires, Editorial Juventud Argentina, 1941.

[17] 

Derungs, Adrián, «¿Un europeo olvidado? Salvador de Madariaga y la integración Europea», Revista de Investigaciones Políticas y Sociológicas, 8/1 (Santiago de Compostela, 2009): 127-‍143.

[18] 

Domínguez Prats, Pilar, «El papel de las mujeres socialistas en los organismos internacionales durante los años treinta», Hispania: Revista española de historia, 78/259 (Madrid, 2018): 353-‍376.

[19] 

Dos Santos Das Neves, Maria João, «La democracia como sociedad donde no solamente es permitido sino exigido el ser persona», Thémata. Revista de filosofía, 26 (Portugal, 2001): 205-‍212.

[20] 

Duby, Georges y Perrot, Michelle (dirs.), Historia de las mujeres en Occidente, Barcelona, Taurus, 1991.

[21] 

Eiroa, Matilde, Isabel de Palencia: diplomacia, periodismo y militancia al servicio de la República, Málaga, Universidad de Málaga, 2014.

[22] 

Fernández, María Elizalde, «Significados del exilio en María Zambrano», Bajo palabra, 7 (Madrid, 2012): 485-‍494.

[23] 

Folguera, Pilar, «El debate en torno al modelo de construcción europea en Francia, Italia, Alemania y España (1930-‍1950)», Historia y Política, 21/1 (Madrid, 2009): 18-‍24.

[24] 

Foucault, Michel, La arqueología del saber, México, Siglo XXI, 1990.

[25] 

García Fernández, Lucio, «La Europa latente de José Ortega y Gasset. Análisis y valoración de su idea de Europa», Bajo palabra, 17 (Madrid, 2017): 597-‍618.

[26] 

Gómez Blesa, Mercedes (ed.), «Introducción», en María Zambrano. Pensamiento y poesía en la vida española, Madrid, Biblioteca Nueva, 2004: 9-‍11.

[27] 

Gómez Blesa, Mercedes (ed.), María Zambrano. Claros del bosque, Madrid, Cátedra, 2011.

[28] 

González-Domínguez, Carlos y Martell-Gámez, Lenin, «El análisis del discurso desde la perspectiva foucauldiana: método y generación del conocimiento», Ra Ximhai, 9/1 (México, 2013): 153-‍172.

[29] 

Hernández Sánchez, Alfredo, Sacristán Represa, Marcos y Adrián Arnaiz, Antonio Javier (coords.), 50 años de la Unión Europea. Reflexiones desde la Universidad, Asturias, Septem ediciones, 2001.

[30] 

«Historia de las mujeres y de género: pasado y futuro», Ayer, 104/4 (España, 2016): 249-‍276.

[31] 

Íñiguez Rueda, Lucipino (coord.), Análisis del discurso. Manual para las ciencias sociales, Barcelona, Editorial UOC, 2011.

[32] 

Lindholm Narváez, Elena, «Perspectivismo republicano en Carmen de Burgos», Cuaderno Internacional de Estudios Humanísticos, 22 (Puerto Rico, 2015): 21-‍31.

[33] 

Llorca Villaplana, Carmen, Europa, ¿en decadencia?, Madrid, Imprenta Prensa Española, 1949.

[34] 

López Gómez, Carlos, La sociedad española y la adhesión a la Comunidad Europea, (1975-‍1985): partidos políticos, asociaciones europeístas, interlocutores sociales, tesis doctoral, Universidad de Madrid, 2016, disponible en https://eprints.ucm.es/id/eprint/39364/1/T37837.pdf

[35] 

Marín Eced, Teresa, «Mujeres en la europeización de España, 1907-‍1936», en Teresa Marín Eced y M. Mar Pozo Andrés (coords.), Las mujeres en la construcción del mundo contemporáneo, Cuenca, Diputación de Cuenca, 2002: 157-‍194.

[36] 

Martín de la Guardia, Ricardo, El europeísmo: un reto permanente para España, Madrid, Cátedra, 2015.

[37] 

Martín de la Guardia, Ricardo y Pérez Sánchez, Guillermo A., La Unión Soviética ante el espejo de las comunidades europeas: de la Europa sovietizada a la «casa común» europea (1957-‍1988), Valladolid, Ediciones Universidad, 2017.

[38] 

Mora García, José Luis, «María Zambrano. España y Europa: un mismo horizonte», Antígona, 4 (España, 2009): 9-‍44.

[39] 

Nasarre, Eugenio, Aldecoa Luzárraga, Francisco y Benedicto Solsona, Miguel Ángel, Europa como tarea. A los sesenta años de los Tratados de Roma y a los setenta del Congreso de Europa de La Haya, Madrid, Marcial Pons, 2018.

[40] 

Novella Suárez, Jorge, «María Zambrano y el suicidio de Europa», Azafea. Revista de Filosofía, 20 (Salamanca, 2018): 205-‍218.

[41] 

Núñez Rey, Concepción, «Espacios y viajes en la vida y en la obra de Carmen de Burgos, Colombine», Arbor Ciencia, Pensamiento y Cultura, CLXXXVI/Extra Junio (Madrid, 2010): 5-‍19.

[42] 

Núñez Rey, Concepción (ed.), «Introducción», en Carmen De Burgos, Mis viajes por Europa, Madrid, Los Libros de la Catarata, 2012: 15-‍41.

[43] 

Ochoa de Michelena, Francisco Javier, «La europeización de España desde la cultura y las categorías del juicio. reflexiones en torno a Ganivet, Unamuno y Ortega», Barataria. Revista Castellano-Manchega de Ciencias Sociales, 8 (Toledo, 2007): 193-‍213.

[44] 

Ortega y Gasset, José, La España Invertebrada, Madrid, Calpe, 1922.

[45] 

Ortega y Gasset, José, Meditación de Europa, Madrid, El Arquero. Revista de Occidente, 1966.

[46] 

Ortega Muñoz, Juan Fernando, María Zambrano. La humanización de la sociedad, Málaga, Fundación María Zambrano, 2001.

[47] 

Ortega Muñoz, Juan Fernando, «Europa: sueño y esperanza en María Zambrano», SymCity, 4 [en línea] (Alemania, 2013), disponible en https://www.uni-kiel.de/symcity/ausgaben/04_2013/index.html.

[48] 

Paz Torres, Olga, Isabel Oyarzábal Smith (1878-‍1974): una intelectual en la Segunda República española: del reto del discurso a los surcos del exilio, Sevilla, Consejo Económico y Social de Andalucía, 2010.

[49] 

Pérez Sánchez, Guillermo (coord.), «La Unión Europea ante el espejo: entre el europeísmo y el anti europeísmo, pasando por el euroescepticismo», Historia y política, 44/2 (Madrid, 2020): 17-‍21.

[50] 

Pérez Sánchez, Guillermo (coord.), La Unión Europea al cumplirse los 70 años de la Declaración Schuman (1950-‍2020), Valladolid, Universidad de Valladolid, 2020.

[51] 

Pérez Sánchez, Guillermo y Martín de la Guardia, Ricardo, Historia de la Unión Europea: de los seis a la ampliación al Este, Madrid, Arco Libros, 2003.

[52] 

Pérez Sánchez, Guillermo, Ramiro Troitiño, David, Kerikmäe, Tanel y Martín de la Guardia, Ricardo, The EU in the 21st century: challenges and opportunities for the European Integration process, Suiza, Springer, 2020.

[53] 

Petschen Verdaguer, Santiago, «El pensamiento de los europeístas españoles», Política exterior, 21/118 (Madrid, 2007): 167-‍176.

[54] 

Ramiro Troitiño, David y Pando Ballesteros, M.ª Paz. «El modelo de integración europea de Churchill», Revista de Occidente, 433, (Madrid, 2017): 57-‍71.

[55] 

Ramiro Troitiño, David, Martín de la Guardia, Ricardo y Pérez Sánchez, Guillermo (eds.), The European Union and its political leaders. Understanding the integration process, Heidelberg, Springer, 2022.

[56] 

Revilla, Carmen, «Europa en la perspectiva del exilio de María Zambrano», Lectora. Revista de Dònes i textualitat, 24 (Barcelona, 2018): 27-‍43.

[57] 

Sánchez Cuervo, Antolín y Hernández Toledo, Sebastián, «La estancia de María Zambrano en Chile», Universum. Revista de Humanidades y Ciencias Sociales, 29/1 (Chile, 2014): 125-‍137.

[58] 

Sánchez-Gey, Juana, «La idea de España y Europa en la obra de María Zambrano», en José Luis Mora García y Juan Manuel Moreno Yuste (coords.), Pensamiento y palabra en recuerdo de María Zambrano. 1904-‍1991, Valladolid, Junta de Castilla y León, 2005: 77-‍94.

[59] 

Satrústegui, Joaquín (dir.), Cuando la transición se hizo posible. El «contubernio de Múnich», Madrid, Tecnos, 1993.

[60] 

Scott, Joan W., «Gender: A Useful Category of Histórica! Analysis», American Historical Review, 91 (Oxford, 1986): 1053-‍1075.

[61] 

Scott, Joan W., «El género una categoría útil para el análisis histórico», en James S. Amelang y Mary Nash, Las mujeres en la Europa Moderna y Contemporánea, Valencia, Alfons el Magnanim, 1990: 23-‍58.

[62] 

Sebastián Lorente, Jesús J., «La idea de Europa en el pensamiento político de Ortega y Gasset», Revista de Estudios Políticos, 83/1 (Madrid, 1994): 221-‍245.

[63] 

Sobrino, José Manuel, «La actualidad de las aportaciones de Salvador de Madariaga a la idea de Europa», Anuario da Facultade de Dereito da Universidade da Coruña, 7 (La Coruña, 2003): 759-‍776.

[64] 

Van Dijk, Teun, Estructuras y funciones del discurso, México, Siglo XXI, 1996.

[65] 

Van Dijk, Teun, «El análisis crítico del discurso», Anthropos, 186 (España, 1999): 23-‍36.

[66] 

Van Dijk, Teun, Discurso y poder. Contribuciones a los estudios críticos del discurso, Barcelona, Gedisa, 2009.

[67] 

Zambrano, María, Nuevo Liberalismo, Madrid, Morata, 1930.

[68] 

Zambrano, María, Los intelectuales en el drama de España, Madrid, Hispamerca, 1977.

[69] 

Zambrano, María, Persona y Democracia, Barcelona, Anthropos, 1988.

[70] 

Zambrano, María, La agonía de Europa, Madrid, Trotta, 2000.

[71] 

Zambrano, María, «La ciudad», Aurora. Papeles del «Seminario María Zambrano», 3 (España, 2001): 141- 142.